«Bailo, luego existo». —Alicia Alonso—

El periodista Luis Báez hizo esta entrevista hace 27 años a nuestra Alicia Alonso. Granma la reproduce hoy en homenaje a la insigne artista.

Ella está sentada en el sofá. Las cejas dibujan, bajo los espejuelos oscuros, dos ojos pequeños muy golpeados por la vida. Su cuello es pálido y largo como el cisne que ella inmortalizó en su versión de Odette-Odile. Es una mujer sumamente interesante. Es una gloria del arte cubano. Es Alicia Alonso.

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De primera impresión parece una mujer triste, como ausente. Después, cuando se le conoce, uno se percata de que es todo lo contrario. Es una persona llena de optimismo, con un profundo amor por la vida.

Entrevisté a Alicia Alonso en su casa, en el capitalino barrio de Miramar. La esperé un buen rato, mientras tanto, su perra pastora no se movió de mi lado, yo tampoco hice el menor gesto. Desde mi posición inmóvil podía observar en las paredes cuadros de Wifredo Lam, Mariano Rodríguez y René Portocarrero.

Transcurrido algún tiempo, su esposo, Pedro Simón, me invitó a ir a la segunda planta. Despacio, sin quitarle los ojos al imponente animal, subí la escalera. Mientras la esperaba me puse a contemplar el decorado.

Aparece en distintas fotografías. Dos de ellas sobresalen: una con Fidel, quien le impone la orden Ana Betancourt. La otra es en el estadio universitario aquel 16 de septiembre de 1955, cuando la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) organizó un acto en desagravio por la actitud del régimen de no prestar ayuda al ballet y en el que habló el dirigente revolucionario Fructuoso Rodríguez.

En un pequeño cuadro se le puede ver cuando por primera vez bailó Giselle; en otro, con un acordeón en la mano junto a Tamara Bunke, Tania la guerrillera, de quien fue buena amiga. También hay muchos libros de arte.

Alicia hizo su aparición silenciosa. Hablamos más de tres horas. Se olvidó de que la grabadora lo estaba registrando todo; quizás sería porque Simón también estaba grabando.

Jamás va a la playa, aunque le encanta el mar. Cuando la conversación no es de su agrado, como tocadiscos automático que deja caer un nuevo larga duración, cambia de tema.

Ya cumplió sus bodas de oro en la escena. Cincuenta años de haber bailado por primera vez el Gran Vals de La bella durmiente, una fantasía —un 29 de diciembre—, en el teatro Amadeo Roldán.

De lo único que se negó a hablar fue de su edad. Lo más que pude averiguar es que nació un 21 de diciembre.

Se ríe echando hacia atrás la cabeza y una pequeña vena azul se le dibuja en el cuello, cual delicado trazo de lápiz.

Tiene el don de convertir en arte todo lo que toca. Está considerada como una de las más grandes bailarinas de todos los tiempos. No es una diosa ni un mito. Es Alicia Alonso.

LB: -. Hábleme de sus padres.

AA: -. Mi padre era una gente cubanísima. Se pasaba la vida lamentándose por la destrucción de los bosques. Celebraba mucho Isla de Pinos (Isla de la Juventud). Comentaba que era una pena que sus playas no se explotaran. Mencionaba especialmente la arena y los diferentes colores de esta.

Era militar. Llegó a hasta el grado de primer teniente del ejército. Estudió en Cuba en una escuela llamada Melitón. Posteriormente, en los Estados Unidos, se hizo veterinario. Se llamaba Antonio Martínez Arredondo, mi madre, Ernestina del Hoyo Lugo.

LB: -. ¿Cuál de los dos influyó más en usted?

AA:- Nunca me había planteado esa cuestión. A mi padre le tenía una gran admiración. Él fue quien sembró en mí el sentimiento nacionalista. Mamá no hablaba tanto como papá.

Papá se refería al cubano como un hombre trabajador. Quería mucho a su pueblo. Decía que en los Estados Unidos se hablaba inglés, pero que en Cuba el idioma que había que hablar era el español, porque era el nuestro. Llegó a prohibir que en nuestra casa se hablara en inglés.

De mamá heredé su carácter. Ella siempre fue muy alegre, muy peleadora ante cualquier problema de la casa, de la familia. Una mujer sumamente templada, con un feroz optimismo. Me quería mucho.

LB: -. ¿Fue la niña linda de la casa?

AA: -. La más chica, pero no creo que fuera la niña linda. Papá siempre dijo abiertamente que su preferida era mi hermana Blanca, Cuca. Eso no se me ha olvidado.

Antonio, mi hermano mayor, era el predilecto de mi abuela por parte de padre. Elizardo, otro hermano, el niño lindo de mi abuelo por parte de padre. Fui la benjamina, pero no la preferida, quizás sí de mi tía Alicia, de la cual llevo su nombre y quien, además, era mi madrina. Mamá, por su parte, trataba de demostrar que nos quería a todos por igual.

LB: -. ¿Cuál es su segundo nombre?

AA: -. Ernestina, como mamá. Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre. En aquella época se acostumbraba a poner nombres de santos.

LB: – ¿Cómo fue la escuela?

AA: – Desde muy pequeña asistí a un colegio religioso. Mi hermana en cierto momento pensó en hacerse monja. Yo no estuve de acuerdo. Yo jamás sentí esa vocación.

LB: -. ¿Practicó el catolicismo?

AA: -. En el colegio Teresiano.

LB: -. ¿Hasta qué edad?

AA: -. No recuerdo. Debo haber sido muy chiquita. Lo que sí no olvido es que no resistía estar arrodillada, me dolían mucho las rodillas, me lastimaba. Además, no entendía por qué las monjas hablaban mal de los padres que no iban a misa. Nos decían que teníamos que obligarlos a confesar.

LB: -. ¿Su padre era católico?

AA: -. No, masón. Las monjas me plantearon que no me dejara besar por papá hasta que no abandonara la masonería, que si de verdad me quería, tenía que dejar la masonería. Aquello me chocó mucho.

Recuerdo también que en la escuela había niñas que les decían a las monjas lo que les daba la gana. No les pasaba nada. Eran las hijas de los ricos. La hija del pobre no podía levantar la voz. Eso no lo entendía, no lo aceptaba.

Traté de soportarlo todo hasta un día en que me advirtieron que bailar era considerado como una indecencia, un pecado. Eso sí no lo toleré y me fui.

LB: -. ¿Además del ballet, ha incursionado en alguna otra disciplina artística?

AA: -. El teatro me gustaba mucho.

LB: -. ¿Actuó en alguna ocasión?

AA: -. En el teatro dramático de Pro Arte, sociedad ubicada en el teatro Amadeo Roldán. Me encantaba, hasta el punto que el profesor me aconsejó que me dedicara al teatro.

Cada vez que necesitaban un papel de niño o jovencita, me escogían. En ocasiones me disfrazaban de varón. Cuando no me sabía el papel, lo inventaba, me decían que era una fresca. La primera vez que me aplaudieron no entendía el porqué. Fue una obra en que hacíamos un intermedio con el uniforme de la escuela. Cada uno decía un bocadillo.

Escuché a la gente reírse, aplaudirme. Le pregunté a mamá por qué se reían si yo no había hecho nada. Era muy delgadita, pero con una voz muy gruesa. Hace muchos años que eso ocurrió. Nunca se me ha olvidado. Cada vez que me acuerdo todavía me impresiono.

LB: -. ¿Cuándo recibió su primer aplauso como bailarina?

AA: -. En una clase demostrativa en Pro Arte. Puse la pierna para atrás en arasbesque. Cuando aplaudieron, no entendía. Luego me explicaron que era porque la había llevado muy atrás. Pero también tuve mis detractores.

LB: -. ¿Quiénes eran los detractores?

AA: -. Las madres de un grupo de muchachas protestaron porque llevaba la pierna muy atrás. Decían que era feo, muy deshonesto. Se lo dije a mamá y me respondió: «Espera un momentico». Habló con el profesor; le preguntó: «¿Cuando se sube la pierna todas tienen que estar parejas o cada una la sube hasta donde desee?» Él le contestó: » No, no… la que pueda subirla más tiene que hacerlo».

Entonces mamá me planteó: «Ahora, en los ensayos, tú pones la pierna baja, pero en la función, como no lleves la pierna hasta la oreja te vas a tener que enfrentar conmigo». Te aseguro que ese DIA hasta colorada me puse, pues subí la pierna lo más que pude. Tenía 11 años.

LB: -. ¿Sus padres querían que usted estudiara algo en especial?

AA: -. No. Ese tipo de interés tan común no lo hubo nunca. Lo que querían era que fuera una muchacha decente, me casara, tuviera mis hijos, etc. Papá recibió un disgusto muy grande cuando hice el primer trabajo: profesora de ballet.

Tendría unos 12 o 13 años, tal vez menos. Recuerdo que llegué muy contenta a casa porque me había ganado 13 pesos en el mes. Ya no tendría que pedirle dinero para ir al cine. Eso lo contrarió enormemente porque él consideraba que existía para dárnoslo todo. Costó trabajo que entendiera la situación.

LB: -. ¡A los trece años ya dio clases!

AA: -. Sí, aunque parezca raro. En una casa particular a tres muchachitas muy ricas.

LB: -. ¿Su primer profesor de baile?

AA: – Un ruso que salió huyendo de su país, Nicolai Yavorski. Cosaco, no bailarín. Había bailado en una ópera en París. La compañía pasó por Cuba, él se quedó. Aquí se estaba muriendo de hambre, dormía en los parques. Hasta que fue a Pro Arte, donde lo aceptaron como profesor.

LB: -. En relación con el estilo danzario, ¿quién ejerce más influencia en su carrera?

AA: -. Tuve dos profesores muy buenos: una rusa, llamada Alexandra Federova, y un italiano, Enrico Sanfreta. De la cintura para abajo, pienso que el italiano; de la cintura para arriba, la rusa.

LB: -. ¿Cuál ha sido su mejor partenaire?

AA: -. He aprendido de todos y a todos les he dado bastante.

LB: -. ¿Alguno en particular?

AA: -. Ivo Yiser era muy bueno. Bailé con él muchos años. Muy artista, vivió para su carrera. Antón Dolin, que fue el primero que tuve, me enseñó muchísimo. André Greskui, también muy bueno. He tenido excelentes compañeros.

Hay una etapa, cuando uno es muy joven y baila con hombres hechos, que estás todo el tiempo aprendiendo de ellos.

Después viene la segunda etapa, en que se sigue bailando con grandes figuras, pero ya uno ha elevado también sus conocimientos. Ya es mutuo, se aprende de ellos y ellos aprenden de uno, es un intercambio. Luego viene la tercera etapa. Se recogen cosas nuevas de ellos. En comparación, pienso que es más lo que se da que lo que se está recogiendo.

LB: -. ¿Alguna vez le quisieron cambiar el nombre?

AA: -. Sí, a principios de mi carrera. En esa época solo se conocían los bailarines con nombres rusos. Me quisieron poner un nombre ruso. Después, uno norteamericano. No acepté. Me quedé con el mío.

LB: -. ¿Por qué se cambió el apellido?

AA: -. En los Estados Unidos me decían la señora de Alonso. Como sabes, allá quitan el apellido del padre y ponen el del marido. Se me quedó Alonso. Además, es mucho más publicitario. Martínez del Hoyo es muy largo, no es comercial, no es musical.

LB: -. ¿Su padre llegó a conocer a Alicia Alonso?

AA: -. Sí. Lo supo por casualidad. La revista norteamericana Life publicó un amplio reportaje sobre mí. Llegó a La Habana la revista y papá, al hojearla, se encontró de repente con las fotos de su hija.

LB: -. ¿Qué hizo?

AA: -. Compró muchas revistas. Las repartió entre sus amigos. Ya hacía un año que estaba bailando como profesional. Él no lo sabía. Yo le tenía mucho pánico a su reacción.

LB: -. ¿Se enfadó por el cambio de apellido?

AA. No. Le expliqué las causas y entendió.

LB: -. ¿Cuándo se le presentó el problema de la vista?

AA: -. En 1941, cuando ocurre el ataque japonés a Pearl Harbor, me encontraba operada en los Estados Unidos. Los médicos me dijeron: «Tres meses en cama y puede ser que camine. Claro, lo ideal sería seis meses para estar seguros». Les respondí: «Un año, y bailo». Me contestaron: «Es imposible». Les reiteré: «Un año, y bailo». Yo misma fui la que puse el plazo de un año.

LB: -. ¿Y qué pasó?

AA: -. Al año bailé.

LB: -. ¿Cómo transcurrió ese tiempo?

AA: -. Muy mal. Fue terrible. Primero, acostumbrarme a estar acostada sin moverme. Se me comenzó a caer el pelo de la parte de atrás de la cabeza. Tenía la cabeza recostada sobre dos almohaditas duras, rellenas de arena. Sentía que era candela. Le decía a mamá: «¿Estás segura de que no hay candela detrás de mi cabeza?».

¿Usted sabe lo que es estar tirada en una cama sin poder moverse? Estaba acostumbrada a los movimientos rápidos. Entonces no podía hacer ninguno.

LB: -. ¿No se podía mover nada, nada?

AA: -. Bueno, acostada en la cama, sí. A medida que comencé a coger confianza empecé a mover los dedos de los pies. Me dije: «Mi meta es mover el cuerpo sin mover la cabeza». Tenía que evitar hacer fuerza con la cabeza, pues si hacía contracción con el cuello se me reflejaba en los ojos.

Empecé a mover las piernas. No podía moverlas mucho porque no debía contraerme. Lo que hacía era, con los pies doblados, moverlo todo para poder aprender, para no perder la agilidad, la fuerza de los pies. Constantemente le decía a mi madre: «Mami, mami, dame masajes en el cuerpo».

LB: -. ¿Le costó mucho trabajo volver a caminar?

AA: -. Cuando me levanté, no supe caminar. Tuve que aprender de nuevo a caminar. Había perdido el reflejo de cómo se camina. Me caía. Tuvieron que guiarme el ritmo: «Una pierna, la otra pierna». Tampoco comprendía cómo las personas podían estar el día entero con los párpados abiertos, yo los abría con la mano, cuando los soltaba, se me caían. Había perdido la flexibilidad de los músculos.

LB: -. ¿Cómo pudo bailar con la visión en tan malas condiciones?

AA: -. Pienso que al ir desarrollándose lentamente la catarata fui supliendo con mis ejercicios y mi forma de bailar la falta de visión. Mis brazos estaban muy correctos en su posición. Fui adaptándome a medida que iba perdiendo la visión. Seguía haciendo los mismos ejercicios, buscando otras técnicas para llegar al mismo resultado por caminos distintos,

LB: -. ¿Cómo se guiaba en el escenario?

AA: -. Busqué nuevos puntos de apoyo. Lentamente, lentamente, fui viendo menos, menos. Últimamente me guiaba por las luces muy fuertes y el color de ellas. Cuando veía que la luz me venía del lado izquierdo, me decía: «Ya estoy de frente».

LB: -. ¿No tenía miedo de equivocarse?

AA: -. No y sí. Cogí miedo a darme golpes. Me di muchos. Cuando bailaba se me olvidaba que no veía y me confiaba.

LB: -. Además de tener una gran fuerza de voluntad, es usted muy audaz.

AA: -. Es que me sentía segura de mí misma.

LB: -. ¿Se percataba el público de su problema en la vista?

AA: -. Realmente, no. Al ver las películas que me hicieron en esa época he comentado: «Mira, ahí ya no veía nada. Ahí ya no sé dónde estoy. Sé que estoy dando vueltas. Sé que voy a quedar en un punto. Ahora tengo que buscar las luces.» Bailaba diferente. Mis movimientos eran redondos, un poquito más lentos. Convertí en algo positivo todo eso.

Lo que fue un handicap, lo sumé como material de trabajo. El baile cogió cierta fragilidad de cámara lenta, sin ser cámara lenta.

LB: -. ¿Tuvo momentos desagradables?

AA: -. Sí. Recuerdo que después de una de las últimas funciones en que actué antes de la operación final —había bailado El lago de los cisnes en Sancti Spíritus— venía bajando una escalerita. El pueblo me esperaba afuera.

Entre el público había una niña que me aguardaba para que le diera un autógrafo. En el momento en que voy caminando, ayudada por los compañeros, oigo que la niña exclama: «¡Ay, si es ciega!»

La madre diciéndole: Sh… Sh… Sh… Sh…, noté que la empujaban, se la llevaban. Me sentí muy mal por la niña. Le había causado una decepción. Ella me había visto bailar, creía que yo veía normalmente. Han pasado muchos años y esa exclamación jamás se me ha olvidado.

La niña me había visto como un ser humano diferente. De buenas a primeras, su sueño —porque el baile para los niños es como quien les cuenta una historia— tuvo un final triste. Aquello me dolió.

Ha sido una de las pocas veces en mi vida que me golpeó no ver. Qué trauma tiene que tener todavía esa niña. Le destruí su imagen.

LB: -. ¿Miedo a quedarse ciega?

AA: -. Algunas veces. Llegué a pensar incluso que debía aprender a leer con las manos; pero no tuve tiempo.

LB: – .¿Pesimista?

AA: -. Ser realista no quiere decir ser pesimista.

LB: -. ¿En algún momento le aconsejaron que dejara de bailar?

AA: -. Cuando era niña las señoras de Pro Arte decían que no podía bailar porque estaba tuberculosa. Aconsejaban a las muchachitas que no se pegaran a mí porque tenía tuberculosis. Esto porque yo era muy delgadita. Toda la vida he sido muy delgadita.

Después, empezaron con mis ojos. Cada vez que me iban a hacer una nueva operación me advertían: «Esta es la última. No puedes seguir bailando».

Mi carrera se ha basado desde chiquita en que no la puedo hacer. Todos se equivocaron. Impuse mi fuerza de voluntad y moriré bailando.

LB: -. ¿Usted llegó a firmar buenos contratos?

AA: -. Sí, en los Estados Unidos llegué a tener un gran contrato. Primero me pagaron 2 000 dólares a la semana. Posteriormente 2 000 por función, en esa época, era un dineral. Cada vez que tenía una oportunidad regresaba a Cuba.

LB: -. ¿Bailaba mucho en el exterior?

AA: -. Tenía que triunfar en el exterior para que me reconocieran en mi país. Nadie es profeta en su propia tierra. Yo no podía dejar de bailar en el exterior porque si no, aquí no me consideraban.

LB: -. Antes del triunfo de la Revolución, ¿el ballet le costaba dinero?

AA: -. Sí. Lo que ganaba en el exterior lo traía para Cuba y lo invertía en el desarrollo del ballet.

LB: -. ¿Por qué lo hacía?

AA: -. Consideraba que era importante individualmente, como carrera, como educación del pueblo. Sé que no es el único arte. Considero que todas las artes tienen la misma importancia, pero creo que el ballet, el cual conozco profundamente, es sumamente importante para los pueblos. Es expresivo, esencial. Es un arte al que todavía no le hemos sacado todo el partido posible para el ser humano.

LB:- También participaba en funciones.

AA: -. Para que el ballet no se muriera estuve bailando en el teatro Blanquita —hoy Carlos Marx— y en el América. Bailaba en el intermedio de las películas con el propósito de poder ganar dinero para mantener el ballet.

LB: -. ¿Cómo es su vida diaria?

AA: -. Ensayo todos los días. Tomar clases como alumno es esencial. Este es un arte en que el cuerpo es el instrumento de trabajo. Tiene que estar siendo entrenado constantemente, afinado. Uno es un instrumento musical, también es un atleta, ambas cosas. El cuerpo tiene que estar constantemente en training.

La clase es importante. Ahí se practican los pasos que ya uno conoce, busca pasos nuevos. Asisto a mis clases como una alumna más.

LB: -. ¿En qué consiste el ensayo?

AA: -. Repasar los ballets que uno conoce buscando dentro de ese ballet nuevos acentos musicales, aprendiendo nuevos ballets.

LB: -. ¿Esa autodisciplina es de siempre?

AA: -. A medida que va pasando el tiempo uno tiene que estar más consciente de que no puede perder un minuto. La clase demanda más concentración. Hay que darla diariamente.

LB: -. ¿Hay jóvenes que se quejan de tanta disciplina?

AA: -. Los hay. Pero por lo regular no se quejan tanto de la disciplina, sino del esfuerzo que tienen que hacer. Hay que prepararse para la clase desde el día anterior, porque si no es muy difícil. Es un ejercicio muy violento.

LB: -. ¿Y en su caso?

AA: -. Me he preparado siempre. Los días en que no me he preparado han sido más duros.

Cuando uno es más joven, el cuerpo puede desperdiciar energías. A medida que va pasando el tiempo hay que aprovechar todos los minutos. Yo mantengo una severa disciplina. Ya el día anterior estoy pensando: «Mañana tengo que dar la clase». Interiormente mantengo esa idea. Sé que cuando me agarro a la barra no puedo desperdiciar un segundo.

Puedo cubrir. Tengo suficiente conocimiento para salir bien, pero eso es negarme a mí misma. Trabajo duro, duro. Yo creo que hoy en día los profesores del Ballet Nacional pueden decir que soy una magnífica discípula.

Incluso, siendo ya quien soy, tenga o no tenga función, doy mis clases todos los días.

LB: – ¿En qué mes toma vacaciones?

AA: -. Desde 1931 hasta la fecha no he tomado vacaciones.

LB: -. ¿Lecturas?

AA: -. Me gusta leer libros de pintura. Cuando monto un ballet aprendo de ellos el balance escénico, el movimiento, el sentido de la composición, la pose. Después las cojo, y las pongo dentro del propio ballet.

Los pintores no tienen la técnica del ballet. Sin embargo, cuando están haciendo sus cuadros tienen un balance muy natural y muy estético, basados en el movimiento natural del individuo, que no tiene tecnicismo del ballet. Lo aprendo para mi propio baile y para montar coreografías.

Me gusta leer cuando me siento tensa, eso me relaja. En un tiempo leía bastante ciencia ficción, todavía leo alguna. También me agradan: misterio, espionaje. Policíacos, biografías, personajes históricos. Libros muy escogidos.

LB: -. ¿En especial algún escritor?

AA: -. Sinceramente no tengo ninguno.

LB: -. ¿Escribe?

AA: -. Libretos de ballet.

LB: -. ¿Poesía?

AA: -. Escribí un poema cuando era pequeña. Es el único.

LB: -. ¿Poetas preferidos?

AA:- Los románticos en una época. No puedo decir que hoy en día tenga uno preferido.

LB: -. ¿Pinta?

AA: – Sí. Pintaba hasta hace unos 20 años. En una ocasión expuse, pero no porque fuera una maravilla. En Los Ángeles, California, montaron una exposición de personalidades del arte y de la política que tenían la pintura como hobby. Exhibieron un cuadro mío. También había pinturas de Edward G. Robinson y otros.

LB: -. ¿Qué pintaba?

AA: – Más que nada paisajes. Lo hacía como una forma de distracción. Después dejé de pintar porque me faltó la vista.

LB: -. De los cubanos, ¿a quién prefiere?

AA: – El que más me gusta es Carlos Enríquez. Del renacimiento, me encanta Botticelli. La pintura me gusta mucho porque me ayuda en mi propio arte. Como vivo para eso, todo lo que sea provechoso para mi carrera lo tomo inmediatamente como una cosa necesaria.

LB: -. ¿La falta de visión ha sido el problema más duro en su vida?

AA: -. Te equivocas. Todo no ha sido fácil, no ha sido color de rosa. Yo estuve tres años o más sin viajar al exterior, en los momentos en que tenía que haber bailado para mantener mi nombre, mi desarrollo artístico. Estaba consciente de que era reconocida como una buena bailarina.

LB: -. Poco modesta.

AA: -. No es un problema de modestia. No sería honesta si dijera que no soy una buena bailarina. Mentira. Tanto me lo han dicho, tanto lo he leído, que uno se da cuenta que tiene un valor. De eso no hay dudas.

Estaba convencida de que Alicia Alonso tenía que bailar en el extranjero para que siguiera manteniendo ese valor, para que se siguiera desarrollando. El pueblo no podía perder un artista que tenía todas las condiciones. Cuba no podía perder a ese artista.

LB: -. ¿Es el momento en que usted desaparece?

AA: -. Sí. Muchos pensaban que me había retirado. Otros que me había ido del país.

LB: -. ¿Qué hizo en esos años?

AA: – Ensayar y enseñar. Viajé por el interior. Di muchas charlas para explicar lo que es el arte, el ballet, su importancia. Aprendí diferentes maneras de poder llegar al pueblo, de poder comunicarme con el pueblo, de otra forma, pero también muy importante. Lo que uno no puede perder es su camino, sus obligaciones. Sacarle provecho a la situación. Yo le saqué provecho.

LB: -. Época triste.

AA: – Muy tristes esos tres años —de 1960 a 1962— que me pasé sin bailar en unos momentos importantísimos de mi vida. Me pararon el tiempo. Después, para rescatarlo, tuve que trabajar muy intensamente.

LB: -. ¿A qué se debió?

AA:- Las personas que estaban al frente de la cultura, que tenían la responsabilidad de desarrollarla, no comprendían esto. Yo era un peso muy grande y no sabían cómo manejarlo.

Fueron momentos muy difíciles y tristes de mi carrera. Estoy consciente de que no fue un problema de la Revolución, sino de algunos funcionarios que en esos momentos estaban dentro de la Revolución. Eso fue tan duro como la falta de visión, o quizás más.

LB: -. Ha tenido que vencer grandes obstáculos.

AA: – Sí, pero yo salto alto. Tengo una garrocha insuperable: mi voluntad.

LB: -. Hay un momento en que los extranjeros abandonan el ballet.

AA:- Cuando la Revolución se definió socialista, tanto los norteamericanos como sudamericanos se fueron. Los pocos que quedamos empezamos nuevamente a luchar. Se rehizo el ballet, y con mucha calidad.

LB: -. ¿Cuál es el ballet que más le gusta interpretar?

AA: -. Predilecto no tengo ninguno. Me gustan todos. Bailo. Los gozo. Hay algunos que los tengo más dominados. Giselle es uno de ellos. Puedo amoldarlo, darle diferentes formas, jugar con él.

LB: -. ¿Está asegurado el relevo en el ballet?

AA: – Espero que sí. Si no, me sentiría hasta cierto punto fracasada. Es parte de mi trabajo.

LB: – ¿No está segura?

AA: – Si dijera que estoy segura, estaría hablando en falso. El tiempo lo dirá. Yo tengo esperanzas.

LB: – Han surgido jóvenes muy valiosos.

AA: -. Es verdad. Tenemos jóvenes muy trabajadores, enamorados de su carrera, muy conscientes de su profesión. Siempre los estudios llevan un tiempo. Unos lo asimilan más pronto que otros. Eso forma parte de la personalidad. El ser humano debe estar consciente del valor de su vida.

Pienso que para ayudarlos es necesario hablarles en la radio, televisión, en la prensa impresa de cómo enfrentarse a la vida y sacarle el mayor provecho. Insistirles en la importancia del trabajo diario. La responsabilidad de formarlos es nuestra. Ellos tienen facilidades que nosotros no tuvimos. Eso es parte del desarrollo de la propia vida.

LB: -. Es necesario transmitirles las experiencias.

AA: – Esa es una cuestión en la que todos estamos de acuerdo. La experiencia es muy importante, la tenemos que comunicar. Yo siempre estoy aconsejando a los bailarines. A los jóvenes desde pequeños hay que enseñarlos a que se acostumbren a prepararse para el futuro, ya no para la vida entera, sino para el día siguiente. Cada día es importante. No se puede volver atrás; siempre hay que ir hacia adelante.

LB: – ¿En qué año le niegan la visa para entrar en los Estados Unidos?

AA: -. En 1960.

LB: -. A pesar de ser ya usted una gran figura.

AA:- En esa época era la primera figura del ballet en Norteamérica, la más cotizada. Contaba con un público que para cualquier artista era algo tremendo. Público de ciudades muy importantes. No solo era dinero, sino también publicidad, prestigio desde el punto de vista artístico. Todo el aparato publicitario estaba a mi servicio como figura artística de primerísima calidad.

LB: -. ¿Cuál es la causa de la negación del visado?

AA: – Me plantearon que me daban la visa si me quedaba a vivir en los Estados Unidos, con la advertencia de que si regresaba a Cuba, no me volverían a dar visa de entrada.

Mi respuesta fue un tajante no. Me negaron la visa, pero no solo por esa ocasión. Tuve 15 años la entrada prohibida a los Estados Unidos.

LB: – ¿Cómo fue el reencuentro con el público norteamericano?

AA: -. ¡Imagínate! Después de tanto tiempo volver a la escena en los Estados Unidos fue muy emocionante, muy emocionante.

Yo no había perdido el tiempo. Había madurado como persona, como artista. Había vencido algunos problemas personales. Había vencido en mis principios. Mis principios seguían siendo los mismos y así y todo me tuvieron que dar la visa.

Como público, tenía el mismo de antes, que no me había olvidado. Pero también había un público nuevo que había oído hablar de mí, que estaba esperando ese momento para encontrarse conmigo. Igualmente se encontraban los amigos. Algo inolvidable. Es como el que escribe sus memorias y de buenas a primeras las lee.

LB: – ¿En la casa escucha algún tipo de música?

AA: -. No. La estoy oyendo el día entero. Para mí la música significa ponerme inmediatamente en movimiento. Eso me cansa mucho. Mi cerebro no para.

LB: – De la música popular, ¿cuál prefiere?

AA: -. En general, me gusta toda. Me encanta Bola de Nieve, al igual que Barbarito Diez. También me agradan Silvio, Pablito, Amaury y Sara. Igualmente Rosita Fornés y Esther Borjas son de mi preferencia.

LB: -. ¿Baila danzón?

AA: -. Me encanta bailarlo.

LB: -. ¿Qué opina de la actual música cubana?

AA: -. Ya pasamos una etapa. Todo tiene su ciclo, su momento. Ahora estamos labrando el futuro. No me extrañaría que pronto surgiera algún nuevo tipo de baile popular. Siento que está por nacer otro nuevo ritmo. De esa manera enriqueceremos y continuaremos dando al mundo nuestro aporte a la música popular.

LB: -. ¿Recuerda la letra de alguna canción en particular?

AA:- Soy una gran aficionada al canto, pero nunca me he podido aprender una canción completa.

LB: – ¿Qué significan los aplausos para usted?

AA: – Un estímulo, un gran estímulo. Cuando algo no me sale como es debido me da un poquito de vergüenza. Cuando me voy a la cama doy vueltas y vueltas. Me pongo brava conmigo misma. Me cuesta trabajo conciliar el sueño, no estoy tranquila. Por eso, cuando me preguntan cuál es la crítica que más efecto me hace, inmediatamente respondo: «Mi conciencia».

LB: -. ¿Alguna deuda con ella?

AA: -. ¿Con quién?

LB: -. Con su conciencia.

AA: -. ¡Con mi conciencia! No, creo que ninguna. Aunque no me considero perfecta.

LB: -. ¿Algo de qué arrepentirse?

AA: -. Ahora, así, no me viene nada a la mente. Supongo que si volviera a vivir haría las mismas cosas correctas e incorrectas. En la vida uno hace las cosas bien y mal para aprender. La vida es así. Entre todo eso, pienso que hay riqueza en la propia vida. La vida tiene muchos tonos, muchos colores.

LB: -. ¿Orgullosa?

AA: -. ¿Orgullo de qué?

LB: -. De ser Alicia Alonso.

AA: -. Yo no soy bailarina para ser alguien. Bailo porque me gusta. Lo que yo hago no es para ser alguien. Es una necesidad para vivir. Tengo necesidad de existir. Lo que nunca quisiera que se dijera es que no soy útil. Me gusta mucho la vida y para mí la vida es bailar. Bailo, luego existo.

LB: – ¿Ha vivido o sobrevivido?

AA: -. Estoy viviendo.

LB: -. ¿Rencorosa?

AA: -. No me gusta ser enemiga de nadie. Aquello que me hiere o me decepciona lo olvido.

LB: -. ¿Tiene mala memoria?

AA: -. No tengo mala ni buena memoria, sino una memoria distinta.

LB: -. De no haber sido Alicia Alonso, ¿quién le hubiera gustado ser?

AA: -. No sé si hubiera nacido.

LB: -. ¿Cómo recuerda a Celia Sánchez y a Haydeé Santamaría?

AA: -. Son inolvidables. De lo mejor de nuestra historia.

LB: -. ¿Antes del triunfo de la Revolución era comunista?

AA: -. No. Yo no sabía lo que era ser comunista. Justo antes del triunfo de la Revolución todavía estaba confundida por la propaganda anticomunista. Fui aceptando el comunismo por las cosas que ellos planteaban. Pensaba y me decía. «Yo hubiera hecho igual». Tenía una lucha interna entre lo que me decían que ellos eran y lo que yo leía, con lo que estaba de acuerdo.

Yo idealicé mucho al comunista. Cuando veía un compañero que hacía algo que no entendía si me decían que era comunista exclamaba: «¡Ves, no son perfectos!» Estaba en esa lucha por dentro.

LB: -. ¿En el ballet trabajaban comunistas?

AA: -. Eran los que se «pegaron» a trabajar con el ballet. Ayudaban. Se expresaban con razón lógica para mí. Era con los que mejor me llevaba y más me entendía.

LB: -. ¿Era comunista sin saberlo?

AA: -. Pienso que así es como hay que definirlo. Estoy segura de eso. La idea que tenía, lo que pensaba, mis principios, es lo que está ocurriendo hoy en día en Cuba.

LB: -. ¿Qué influencia tuvo en usted Francisco Martínez Allende?

AA: -. Muy importante. Era un refugiado español que se estaba muriendo de hambre. No tenía dinero. Llegó a Pro Arte para dar clases de teatro. Nos hicimos amigos. Hablábamos muchísimo. Me encantaba como se expresaba. Nos enseñaba historia del arte, historia del teatro. Exponía cómo debía ser el desarrollo. Hasta cierto punto, nos enseñó las formas de análisis.

Ese fue el primer comunista que conocí. Estaba de acuerdo en lo que me decía, como lo exponía. Muy justo, muy correcto. Su vida constituía un ejemplo. Es una persona que influyó mucho en mi vida.

LB: -. A usted cierta prensa la calificó de comunista.

AA: -. Es cierto. Recuerdo que los dibujantes me publicaban caricaturas en los periódicos en las cuales me decían que era la bailarina de las «zapatillas rojas». Realmente comunista, lo que es comunista consciente, no lo era.

LB: -. ¿Quién la hizo comunista?

AA: -. Fidel Castro.

LB: -. ¿Momentos tristes?

AA: -. Como amo tanto la vida, siempre lloro ante el fallecimiento de un ser querido. También lloro cuando muere un animalito. Cuando una mata se seca no lloro, pero me da tristeza. Es algo que tenía vida.

LB: – ¿Flor?

AA: -. La mariposa.

LB: -. ¿Color?

AA: -. El azul.

LB: -. ¿Toca piano?

AA: -. Di clases, pero nunca lo llegué a tocar.

LB: -. ¿Le gustan los niños?

AA: -. Sí. No hay nada más honesto que los niños. Cuando ven la verdad la dicen. Son muy puros. Cuando hacen una cosa mal se sienten culpables. Cuando hacen algo bueno necesitan que se lo digan, lo recompensen. Sienten mucho la injusticia.

Aquellos que no pierden esa parte de la niñez son muy felices, sobre todo, mantienen una calidad humana muy grande.

LB: -. ¿Justa o injusta?

AA:- He luchado contra las injusticias. Pienso que todos tenemos que combatirlas, antes y ahora. Aunque estemos en un sistema socialista también tenemos que luchar, pues no somos perfectos. Lo que pasa es que la lucha cambia un poquito. Para mantener la justicia, el orden, para ayudar a lo que está bien hecho hay que luchar.

LB: -. ¿Trataron de que usted traicionara a la Revolución?

AA: -. Sí. En los Estados Unidos me propusieron contratos fabulosos, cheques en blanco. Me ofrecieron muchas cosas.

Se dice que todo el mundo tiene un precio. Creo que todo el mundo tiene un precio, pero no siempre el precio quiere decir dinero. Existen los principios. Conmigo se equivocaron.

LB: -. Hay cosas mucho más importantes que el dinero.

AA: -. Sí. Mi pueblo, la humanidad, mis principios.

LB: -. Se dice que usted es una buena amiga o una mala enemiga.

AA: -. Me gustaría saber por qué dicen eso. Así aprendo a ver qué es lo que uno hace que pueda interpretarse de esa forma. No me gusta ser enemiga de nadie. No creo que a nadie le guste ser enemigo de alguien. Únicamente en un plano político.

LB: -. ¿En qué año nació?

AA: -. Cuando mi madre me dio a luz.

LB: -. ¿Qué día lo celebra?

AA: -. El 21 de diciembre. Eso no lo olvido. Armo tremendo escándalo. Me encanta que me celebren los cumpleaños porque estoy viva. Además, he tenido cumpleaños muy lindos, muy lindos. Cumpleaños increíbles. He tenido un cumpleaños que nada más lo puede celebrar un artista socialista.

En una ocasión en que festejaba el cumpleaños se me apareció en casa un grupo numeroso de trabajadores ferroviarios. Me trajeron un cake del tamaño del techo de un automóvil.

Cantamos. Bailé con casi todos. Bailé La batea. Estaba de moda. A mí me encantaba. Me gusta mucho su ritmo. Recordé que a las bailarinas del siglo pasado les llevaban el coche, les daban a tomar champán en la zapatilla de ballet. ¡Qué distinto! Es uno de mis cumpleaños más inolvidables. Nunca, nunca lo podré olvidar.

LB: -. ¿Edad promedio del bailarín?

AA: -. En el hombre hasta los 40 años. Hay casos excepcionales que llegan hasta los 45.

LB: -. ¿En la mujer?

AA: -. La mujer se defiende más. Hasta los 45. Algunas llegan a los 50, pero son las menos.

LB: -. ¿Entre las menos se encuentra usted?

AA: -. Es posible.

LB: -. ¿Estaba en Cuba cuando triunfó la Revolución?

AA: -. No.

LB: -. ¿En qué momento tiene contacto con Fidel?

AA: -. La primera vez que va a mi casa aún yo no había regresado a Cuba.

LB: -. ¿Volvió en una segunda ocasión?

AA: -. Sí. Vino a comer en unión de Antonio Núñez Jiménez. Eran las primeras semanas de 1959.

LB: – ¿Cómo fue el encuentro?

AA: – Se sentó en la terraza. Pasé una vergüenza terrible. Sabía que le gustaban los ostiones y los mandé a comprar, pero no los encontraron. La persona que cocinaba se puso muy nerviosa. Comimos arroz con pollo. Fidel habló muchísimo. Conversamos de ballet, de lo que podía hacerse, de cómo debía desarrollarse. Me dijo que teníamos todo el respaldo del gobierno revolucionario.

Al poco tiempo salimos de gira por América Latina como embajada cultural. Ya en el año 1960 se hace la ley 812 que oficializa toda la ayuda al Ballet Nacional.

Quizás Fidel no se haya percatado, pero cada vez que me encuentro frente a él me he sentido como que he tenido que pararme de forma de poder defenderlo ante cualquier cosa que le quieran hacer. Cada vez que me encuentro con Fidel me pongo nerviosa.

De las numerosas personalidades mundiales que he conocido es él quien ha dejado en mí una mayor huella.

LB: -. ¿Por qué?

AA: -. Por lo sencillo que es su carácter humano. Uno lo mira y no deja de pensar: «Este hombre ha hecho esto. Este hombre está luchando desde hace tanto tiempo». Es algo que va creciendo, creciendo, que termina por apabullarlo a uno. Después uno se convierte en parte de todo ese mundo y ya goza la sencillez de ese ser humano. Lo siente. Se convierte en parte de él.

LB: -. ¿A qué atribuye la sencillez de hombres tan importantes?

AA: -. Trataré de juzgarlo desde mi pequeño mundo. Pienso que mientras más sé de ballet, mientras más experiencia acumulo, más me doy cuenta de lo importante que es todo lo pequeñito, todos los detalles, cada segundo, minuto, cada momento de la vida.

Eso les puede suceder a ellos en otra forma. Ellos no son locales. Son parte de la historia. No solo de nuestra historia, sino de la historia de la humanidad.

Pienso que son tan grandes que se convierten en una partecita, en una cosa sencilla. Si sintieran lo grandes que son, los mataría el peso.

Días después…

Dado lo novedoso que resulta el caso excepcional de Alicia Alonso, no pude dejar de preguntarle al doctor Othón Gómez Ruiz —uno de los especialistas que la atendió— sobre las particularidades de la enfermedad visual de esta genial figura.

OG: -. Yo atendía a Alicia hacía mucho tiempo. Un día ella me llamó para decirme que le parecía que había perdido visión del ojo derecho. Cuando le hago la exploración, efectivamente, una de las partes del ojo no recibía la impresión luminosa.

Le planteo la necesidad de operarse la catarata que tenía en ese ojo, pues el problema era que no sabía qué había detrás del fondo de ojo porque la catarata impedía verlo.

Suponía la posibilidad de que tuviera un desprendimiento de retina, ya que ella, tradicionalmente, había tenido en ese ojo dos desprendimientos, pero también tenía que plantearme otro diagnóstico: la posibilidad de que tuviera un tumor intraocular.

En esas circunstancias, le expresé la necesidad que tenía de operarse, ya que era la única manera en que podíamos llegar a un diagnóstico de su afección, y le aconsejé que aprovechara para que lo hiciera del otro ojo, donde también tenía una catarata.

Ella me manifestó que en esos momentos no podía operarse, ya que tenía que emprender una gira por Japón y varios países socialistas. Le respondí que si lo hacía se buscara otro médico, pues no podía responsabilizarme con su situación. Recuerdo que se rió. Me contestó: «Mire, doctor, yo tengo que hacer ese viaje de todos modos, pero usted no dejará de ser mi médico». Y se fue a la gira.

Pasado algún tiempo me llamaron al Ministerio de Salud Pública y me indicaron que viajara a Barcelona, donde ella se encontraba. Allí la analizaron los doctores Barraque y Muiño, este último especialista en retina. Ambos opinaron que tenía que operarse. Se operó. Estuve en la operación.

Efectivamente, en el ojo derecho había más bien un problema inflamatorio, que comenzó a ceder con tratamiento. Después de regresar a Cuba, viajó a Francia. Estando en París se le produce el desprendimiento de retina del ojo derecho.

Al operarse de catarata el ojo izquierdo empieza a ver con un campo visual disminuido. Le quedó una visión de «cañón de escopeta». Ella de frente ve bastante bien, pero no ve bien hacia los costados.

Es decir que ella ha tenido desprendimiento de retina en los dos ojos. Del ojo derecho no ve nada. Es imposible imaginarse que, como tiene la vista, pueda bailar de manera tan encantadora.

(Tomado de www.granma.co.cu)

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