La Habana, 8 dic. (PL).— El cine mexicano sale hoy a competir fuerte en el Festival de La Habana con Lake Tahoe, de Fernando Embacke, y Los bastardos, de Amat Escalante, dos filmes con el olor fresco de las obras recién terminadas, pero ya con una andadura internacional.
Embacke presentó su cinta a principios de año en el festival de Berlín, donde conquistó el premio Alfred Bauer y el de la crítica internacional, mientras que Escalante se abrió camino con Los bastardos en la sección Una cierta mirada del selectivo festival de Cannes. Antes lo había hecho, en ese mismo apartado, con su ópera prima, Sangre.
Su filme aborda un tema que toca a México en lo profundo, la emigración, como también a casi toda América Latina. El eterno drama del cruce de las fronteras, vivido en carne propia por su padre en un trasiego clandestino del que aún conserva secuelas en las manos.
Ambientado en la ciudad norteamericana de Los Ángeles, el cineasta trabajó el guión durante varios años con su hermano y le fue incorporando las anécdotas escuchadas en la familia. La trama descansa en la historia de dos hombres “que se buscan la vida en trabajos puntuales hasta que otro los contrata para que maten a su esposa”.
La emigración con su desarraigo, pérdida de la identidad y la espiral de violencia que rodea a los protagonistas. A juicio de la crítica, el lenguaje cinematográfico de Escalante, sin dejar de ser propio, tiene matices del estilo de su coterráneo Carlos Reygadas, de quien fue ayudante de dirección en varias películas.
Lo delatan las largas secuencias, los silencios casi palpables y la mezcla de actores profesionales con otros que no lo son, sostienen. Los que asumieron el papel protagónico fueron descubiertos, al azar, en las calles.
Una variante de lo que hizo, en su tiempo, Vittorio de Sica, uno de los patriarcas del neorrealismo italiano.
Fernando Embacke va por un camino más intimista en Lake Tahoe, a partir de la historia de un adolescente de 16 años en busca de una pieza para el automóvil que acaba de estrellar contra un poste. En medio de ello, la tragedia familiar que representa la muerte del padre.
Como en el caso de Escalante, el filme se asienta, según confesión propia, en vivencias personales, suyas y de la guionista Paula Markovivitch.
Los críticos clasifican su propuesta como delicada y sutil, con una cámara estática y planos largos que, paradójicamente, reflejan una vida en ebullición, palpitante.
Chile avanza también en el ruedo de competencia con Tony Manero, de Pablo Larraín, un largometraje en coproducción con Brasil, estrenado este año en la Quincena de los Realizadores de Cannes. Su director lo define como “una metáfora de la violencia, de la dictadura y de los ideales políticos de la oposición”.
A juzgar por las cintas concursantes, el jurado tendrá que enfrentar una dura tarea para elegir entre tantos filmes, precedidos por los rumores de una calidad cuyo peso podrán calibrar por sí mismos, aunque siempre es difícil pulsar el fiel de la balanza a la hora de decidir los premios.
Brasil, Argentina y México trajeron una muestra encomiable de los rumbos de sus respectivas cinematografías, en las que se conjugan una mirada profunda a las realidades sociales, las complejidades de la naturaleza humana, la violencia y la necesidad de un porvenir más justo.
Para el público cubano el festival es más que una fiesta de la imagen. Es una parte de sí mismo, que crece con él cada diciembre. Ni el frío ni las lluvias de un invierno atípico acá pueden nada contra el poder de su convocatoria.