Por Rayma Elena
¡Qué cosas tiene el humor! El caricaturista Adalberto Linares anda feliz, entusiasmado, porque no tiene la palabra en la XIX Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños 2015. Y hasta venció su habitual resistencia a los viajes interprovinciales y a las comparecencias públicas para asistir al encuentro.
Se trata de «una deferencia»; de ahí su justificada alegría ante la petición de los organizadores del principal concurso de humor gráfico de Cuba. «Son verdaderas autoridades las que exponen en la Bienal, y al estar con los grandes uno se siente contento».

El hambre, la guerra, el medioambiente, el sexo, y hasta personajes cinematográficos como Frankenstein, son temas que aparecen en la muestra de Linares.
«¡Nada más que veinte caricaturas! Tuve que hacer una selección rigurosa. Pero como 40 años es demasiado tiempo, se me quedaron muchas. Hubiera querido que fuera más extensa».
Evidentemente, no fue por disposiciones organizativas que decidió aligerar su mochila con caricaturas sin texto. «El humor sin palabras es el que más me gusta hacer, porque permite la fusión con la plástica. Es uno de los géneros más difíciles: hay que dominar el dibujo, la perspectiva, el color, la textura…, para que el mensaje llegue bien. Pero tiene la ventaja de que traspasa las barreras del idioma, y para una exposición internacional como la Bienal, era mejor así, sin palabras».
Faltaba un título que resumiera las características de la muestra, y de eso se encargó Rolando González Reyes (Roland), el «humorista estelar» del colectivo de Melaíto —afirma—, y a quien confió el texto del catálogo de la muestra Lino no tiene la palabra, que quedó inaugurada a las 10:00 de la mañana de este miércoles 8 de abril —y con la presencia de su autor—, en el Centro Provincial de Artes Visuales Eduardo Abela, de San Antonio de los Baños.
A Linares lo capturé en plena preparación del catálogo —junto a la diseñadora de Melaíto, Celia Farfán González—. Estaba en una verdadera carrera contrarreloj, para aprovechar un salve de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) en Villa Clara, que le imprimiría algunos ejemplares.
Aun así, en medio de la pugna entre el espacio, la tipografía, las imágenes y el texto…, no dejaba de dar muestras de su vitalidad humorística pasados 40 años de labor. Dibujaba con palabras, lo mismo un chiste de carácter social que uno erótico… Lo hablaba como suele pintarlo —o viceversa—: con sutileza, espantando lo grotesco, la burla, situándonos en el lugar, la época histórica, los contextos…
Alrededor de media hora después, esta vez en la redacción de Melaíto, sin cámaras ni grabadoras, iniciamos formalmente nuestra informal conversación —no digo entrevista—.
—¿Después de cuatro décadas te sientes más confiado y seguro en tu participación en la Bienal?
—He obtenido premios en bienales; aunque todavía me falta el principal —aclara refiriéndose al Gran Premio Eduardo Abela—. Pero uno siempre se siente como la primera vez; una mezcla de inconformidad con lo que hiciste, de temor al exponer.
Este año sentirá doblemente esa sensación, porque no se conformó con el premio que significa una muestra personal, y también envió caricaturas al concurso.
—¿Cómo lograste seleccionar veinte caricaturas entre miles?
—Me basé en la aceptación del público, muchas de ellas han sido premiadas en otros concursos. El humor erótico le gusta mucho al público, y me complace ver cómo la gente se divierte con él. Pero es difícil, porque cada caricatura tiene su historia. Recuerdo, por ejemplo, que cuando en el periodo especial Melaíto se redujo a una tirilla en el periódico Vanguardia, publiqué una caricatura sobre el pudor de una bruja de la Edad Media, que de rodillas y a punto de ser decapitada en la guillotina, solo se preocupaba por cubrirse con su saya, para que no le vieran sus encantos. Pues un día, alguien me sorprendió hablándome de esa caricatura, y la reproduje, la presenté en el Salón de Humor Erótico de Melaíto y obtuve el premio.
«Pero traté de que no todo fuera humor erótico, y basándome en las categorías del concurso de la Bienal, seleccioné obras de humor general, sátira política e historieta (también se concursa en caricatura personal y fotografía)».
En el mismo lugar donde conversamos el lunes 6 de abril, unos días antes, Linares pasaba su vista inconforme a la muestra, junto a sus colegas Roland y Alfredo Martirena (uno de los motores de arranque en este empeño). Otros curiosos no dotados con el arte, en esa y otras oportunidades dijimos o hemos pensado: ¡Qué genialidad utilizar La Jungla, del gran pintor cubano Wifredo Lam, como escenario para una caricatura sobre la desforestación! ¿Cómo convertir en sátira política aquella dramática foto del buitre aguardando la muerte por hambre de una niña africana?
«Se nace con el don» —asegura—, pero no resulta suficiente para encontrar el humor donde otros no lo hallaríamos.
«El humor gráfico, y mucho más cuando es sin palabras, te obliga a buscar temas constantemente, a tener siempre el ojo atento a todo lo que huela a humor, y con lo que podamos transmitir un mensaje positivo. Busco ahora en internet, los temas del momento, de carácter social; también trabajo mucho la historia…
«Una vez te dije que cuando niño me regañaban porque dibujaba en el aula en horas de clase, y ahora me pagan por dibujar. Es un trabajo permanente, para el que la mente se va entrenando. Un trabajo, y al mismo tiempo una satisfacción».
Reclutado por el humor
Al soldado Félix Adalberto Linares Díaz (La Habana, 18 de mayo de 1955) lo reclutó el humor cuando pasaba el Servicio Militar y pensaba ser mecánico de aviones.
«Primero descubrí el don de la pintura, aunque veía caricaturas en la revista Bohemia y otras publicaciones, y siempre me atrajo. Pero cuando a la unidad comenzó a llegar el Melaíto, lo vi y me puse a dibujar».
—¿Cómo publicaste tu primera caricatura?
—Un día le presté un libro a un amigo, y dentro había dejado una caricatura que había hecho. Él la cogió y la llevó a Melaíto sin que yo lo supiera, y me la publicaron.
Después de ver su primer trabajo impreso, ya quiso salir más allá de los murales y carteles en los que aprovechaban su talento para reflejar las actividades militares. Hasta hizo una página completa, con las medidas exactas del suplemento, sobre un ejercicio de paracaidismo; pero como no tenía tinta ni plumas, la mandó a lápiz y no pudo publicarse. Sin embargo, sirvió para que se fijaran en él.
«La verdadera relación con Melaíto llegó cuando, casi al desmovilizarme, me permitiron asistir al curso para trabajadores en la Escuela Provincial de Artes Plásticas Leopoldo Romañach, en Santa Clara. Ahí conocí a los integrantes del colectivo, entre ellos a Pedro (Méndez Suárez) —fundador y director—, que me aseguró que tenía una plaza para cuando yo terminara el Servicio».
Al mismo tiempo, en sus cuatro años de estudio se había destacado lo suficiente en el dibujo, como para ser monitor y que luego le propusieran un puesto como profesor. Pero, definitivamente, en 1975 se enroló en el «ejército» de caricaturistas de la región central, más conocido como los melaítos.
—Sin embargo, en estos 40 años el humorista no ha abandonado al pintor.
—Llevo los dos a la vez; si ejerces una sola faceta con intensidad, la puede atrofiarse. Cada una tiene su rigor. Yo aplico el conocimiento plástico al dibujo humorístico, no al revés, porque si vas a hacer un retrato, no puedes emplear el humor, porque ya sería una caricatura.
—También eres un excelente retratista…
—Me gustan el retrato y el paisaje… Aunque tengo a unos cuantos embarcados esperando mis cuadros.
Parece que en la «guerra» entre los sobrados dones de la pintura y el humor, el caricaturista sigue ganando.
—Me has hablado de satisfacciones… ¿No hay nada que te moleste de tu trabajo como humorista gráfico en los medios de prensa?
—Cuando estoy concentrado en algo y hay un cambio en la línea editorial… Como decimos los cubanos, me dan «una pedrada en la antena»; es como si te pusieran una zancadilla cuando estás llegando a la meta en primer lugar.
—¿Y qué condiciones necesitas para crear?
—Tranquilidad. Ni siquiera me preocupa Historieta de Linares,
En la dirección http://www.vanguardia.cu/melaito/linares pueden apreciarse obras de Adalberto Linares.
tener una tinta o una pluma buenas. Ya con los achaques de los años —dice sonriendo— me acuesto, y si se me ocurre algo, ahí mismo en la cama pinto».
Y debo creerle que la tranquilidad es lo que más añora, porque afirma categórico que no trabaja cerca ni de sus nietas. No obstante, y a juzgar por su ritmo creativo, parece que sus musas han ido adaptándose a la perturbadora dinámica de un albergue —perteneciente al periódico Vanguardia—, donde permanece casi siempre, a no ser cuando se da sus escapadas al municipio de Camajuaní, donde viven sus hijos.
—Si te hicieras un autorretrato, ¿en qué paisaje ideal te situarías?
—No debajo de una palmera, porque el viento me volaría las cartulinas. Tampoco muy alejado ni ajeno a lo que pasa en una ciudad.
«Me situaría en un pequeño espacio, donde pueda poner una computadora, mis libros y revistas, y que tenga ahí mismo un bañito pequeño…»
—Un pequeño estudio, eso es lo que desearías…
—Sí, incluso yo haría la mesa, el librero… Hago cosas de carpintería, hasta mi caballete lo hice yo mismo. En fin, solo necesito un pequeño inmueble, los muebles los pongo yo —me dice—, y con su sonrisa puse punto final a la conversación.
Todavía le faltaba sacar su nuevo carné de identidad, pues el anterior había naufragado en la lavadora…, y si por «casualidad» le llegaba un premio en la Bienal…. Ni siquiera me lo dice explícitamente, porque Linares, al igual que le sucede con los viajes y los eventos, también parece resistirse a creer el gran artista que es.
De eso saben los villaclareños que durante 40 años han buscado su firma en las ediciones —ahora quincenales— de Melaíto; los que, desde cualquier parte del mundo, lo siguen a través de la edición digital del suplemento humorístico o de otras tantas que publican sus caricaturas. Podrán comprobarlo, también, los colegas y el público que aprecien su exposición personal desde este 8 de abril en San Antonio de los Baños. Y por supuesto, el jurado, que ahora tiene la palabra… Ya Linares puso el humor y el arte.
(Fuente: Vanguardia)