Por Narciso Fernández Ramírez
La Historia me absolverá, alegato de autodefensa de Fidel Castro por los sucesos del 26 de julio de 1953, está considerado entre los documentos político-jurídicos más importantes de la segunda mitad del siglo XX cubano. Allí expuso el Programa de la Revolución cubana en su última etapa y definió los seis graves problemas que aquejaban a la República neocolonial, así como sus soluciones.
Sin embargo, aunque es la más famosa de sus autodefensas, no fue la única ni la primera. Casi tres años antes, el 14 de diciembre de 1950, en el Palacio de Justicia de la antigua provincia de Las Villas, en Santa Clara, Fidel Castro pasó de acusado a acusador y denunció la corrupción existente durante el gobierno del presidente auténtico Carlos Prío Socarrás.
Entonces era un líder revolucionario en formación. No tenía aún el renombre que alcanzaría con los años, pero tampoco era un desconocido en la vida política cubana.
En su aval patriótico constaba su activa participación en la fallida expedición de Cayo Confites, en 1947, que pretendió derrocar el gobierno dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. Cursaba el tercer año de la carrera de Derecho en la Universidad de La Habana y era presidente del Comité Pro Democracia Dominicana de la casa de altos estudios. Fueron 70 días en dicho lugar, y conocida resulta la anécdota en la que para no dejarse coger preso, se lanzó a nado en la bahía de Nipe hasta llegar a cayo Saetía, donde lo ayudó un pescador amigo de su familia.
También había tenido un rol destacado durante el famoso Bogotazo, en abril de 1948, que derrocó al gobierno progresista de Jorge Eliecer Gaitán, en Colombia. Asistía al encuentro de universitarios paralelo a la IX Conferencia Panamericana (la misma que adoptó la carta de la OEA) y alcanzó a reunirse con el caudillo liberal dos días antes de que lo asesinaran. En la capital colombiana conoció la revolución y hasta estuvo preso.
El propio Fidel, en entrevista concedida muchos años después a la periodista Katiuska Blanco, afirmaría: “¡Nadie se puede imaginar las grandes aventuras que viví en tan poco tiempo!, pero todas aquellas experiencias me enseñaron las luchas de grupo, lo de Cayo Confites, El Bogotazo. Fui ganando terreno en la parte táctica, estratégica”.
Con ese aval llegó el abogado de 24 años, Fidel Castro Ruz, a la Audiencia de Santa Clara, aquella fría mañana de diciembre de 1950. Llegaba acusado de haber provocado disturbios estudiantiles en la ciudad de Cienfuegos:
—¿Tienen abogados?, pregunta el doctor Rodríguez Valdés, presidente del Tribunal: Sí —declara Benavides—. Me defenderá el doctor Besada. ¿Y usted, señor Castro? —Yo asumiré mi defensa. […] Vendría a continuación una andanada de críticas al gobierno.
El doctor Benito Besada, ya fallecido y condiscípulo de Fidel en la Universidad, así recordaba lo dicho por Fidel en aquel su yo acuso: “Pronunció una alocución violenta; apasionada denuncia contra la política corrupta del régimen de Prío; la falta de garantías constitucionales; la malversación de nuestras riquezas; el asalto a los sindicatos por pandilleros y otros males que sufría Cuba. Fidel apenas se refiere a los cargos que a él le imputan; emplaza a los gobernantes priistas. Es un ataque valiente y honrado. […]
”Jamás en la Audiencia de Las Villas se había hablado en esos términos, no existían antecedentes ni se creía posible que alguien se pronunciaría de esa forma. El Tribunal también recibió el impacto del ¡yo acuso! de Fidel; era algo absolutamente nuevo, un acontecimiento ante el cual hubo una reacción de asombro y admiración. Acusados, pónganse de pie: Absueltos. Termina el juicio. Desalojen la sala”.
Al salir de allí, y camino a casa del doctor Besada, Fidel reafirmaba con satisfacción: “No importa la suerte que corramos, Benny, estas verdades había que decirlas”.
Durante muchos años la Causa 543 quedó olvidada, y desconocida, entre los miles de expedientes que conserva la Audiencia santaclareña. Fue el periodista Aldo Isidrón del Valle, Premio Nacional de Periodismo José Martí, ya fallecido, quien en acuciosa investigación encontró el legajo y lo dio a conocer.
Antes de fallecer, el propio Aldo revelaría la clave del importante hallazgo y el nombre de la persona que le diera el indicio: “Fue el propio Fidel durante la inauguración del tramo de vía para el ferrocarril Habana-Santa Clara, el 30 de diciembre de 1977: “Sí, yo recuerdo cuando era recién graduado de abogado que vine a aquí a Santa Clara; porque había un capitán ahí por Cienfuegos que era una fiera contra los estudiantes. Me metieron preso y me hicieron un juicio. Vine a defenderme yo mismo. Suerte que no quedé preso”.
Vendrían después otros muchos acontecimientos gloriosos en la vida del mejor discípulo de José Martí. Su ¡Yo acuso! en Santa Clara fue su primera autodefensa, la del Moncada, el 16 de octubre de 1953, cambiaría radicalmente el curso de la Historia de Cuba.
(Fuente: CubAhora)