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Para Bailar en Casa del Trompo

Con características especiales se celebrará en Santa Clara la cuarta temporada de Para Bailar en Casa del Trompo, entre los días 14 y 21 de diciembre, con el auspicio de la Compañía Danza del Alma y el Consejo Provincial de las Artes Escénicas.

La edición del 2008 estará dedicada a homenajear el aniversario 60 de vida artística de Marta Anido, profesora de ballet y personalidad de la cultura villaclareña, el aniversario 40 de la creación del Grupo de Teatro Escambray y el 60 de la fundación del Ballet Nacional de Cuba.

Orikis, de Danza del Alma

El coreógrafo y director de la Compañía Danza del Alma, Ernesto Alejo, anunció los ajustes en el programa, que esta vez repetirá como escenario fundamental la Plataforma del Parque Vidal; mientras la fotógrafa Carolina Vilches ofrecerá en el Centro Provincial de Patrimonio una muestra de imágenes de las anteriores ediciones.

En la inauguración desfilarán alrededor del Parque las compañías Oché, Sacromonte y Hechizo, además de una representación de estudiantes que cursan la especialidad de danza en las escuelas Vocacional de Arte Olga y Profesional de Arte Samuel Feijoo, radicadas en esta ciudad.

Como cierre de esta cuarta temporada de Para Bailar en Casa del Trompo, Danza del Alma celebrará su aniversario en la nueva sede de la Compañía.

(Tomado del sitio de CMHW)

La música en Martí

martíResulta sorprendente el dominio que José Martí evidenciaba al escribir de las temáticas más disímiles, y así ocurría cuando redactaba crónicas acerca de conciertos, en las que muestra conocimientos que hacen admirar el genio de su inteligencia y el cúmulo de su erudición.

Otro acucioso investigador sobre la música cubana y sus exponentes, Alejo Carpentier, descubrió que Martí dedicó una buena parte de su tiempo al estudio de la teoría musical.

El hallazgo se produjo cuando Carpentier estaba revisando textos didácticos de autores del siglo XIX. Uno era un pequeño tomo titulado Tratado teórico de música, de Narciso Téllez y Arcos. El pie de imprenta era de La Habana, fechado en 1868.

El librito reservaba una gran sorpresa para quien sería el autor de El Siglo de las Luces, pues en una de sus páginas encontró la firma de José Martí, estampada en tinta negrísima.

Ocurre que el volumen le había pertenecido y los referencistas de la biblioteca no habían observado tan importante singularidad.

El libro, aunque bien conservado, ostentaba las nobles huellas del estudio. Aparecían ciertos trazos y frases a lápiz, correcciones manuscritas de erratas de imprenta, las cuales revelaban una lectura muy atenta por Martí.

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«Deporte es cultura»

Por Osvaldo Rojas Garay

Quería homenajear en esta página el Día de la Cultura Cubana, que será celebrado el próximo lunes, y no encontraba cómo. Vi en mi archivo una foto de Alejo Carpentier (1904-1980) con un bate en la mano y varios poemas de Nicolás Guillén (1902-1989) dedicados al deporte. Se me ocurrió entonces que una buena manera de estar a tono con el acontecimiento, podía ser recordar algunas ideas de estos dos gigantes de las letras sobre la actividad deportiva.

Traer a este espacio al eminente novelista y al ilustre poeta, es como rendirles tributo a dos campeones, porque si Teófilo Stevenson, Iván Pedroso, Ana Fidelia Quirot, Driulis González y Dayron Robles llegaron a ser reyes en sus disciplinas, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén también fueron monarcas, pero en el difícil arte de escribir.

Ambos marcaron hitos en la cultura cubana. Carpentier abrió en 1977 la senda de los premios Cervantes de Literatura para los escritores latinoamericanos, un año después que se concediera por primera ocasión al poeta español Jorge Guillén.

Nicolás Guillén, por su parte, fue el primero que mereció el Premio Nacional de Literatura, hace un cuarto de siglo (1983).

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El adjetivo y sus arrugas

Por Alejo Carpentier

 

Los adjetivos son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural, sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en una página. Pero cuando se les hace volver a menudo, cuando se les confiere una importancia particular, cuando se les otorga dignidades y categorías, se hacen arrugas, arrugas que se ahondan cada vez más, hasta hacerse surcos anunciadores de decrepitud, para el estilo que los carga. Porque las ideas nunca envejecen, cuando son ideas verdaderas. Tampoco los sustantivos. Cuando el Dios del Génesis luego de poner luminarias en la haz del abismo, procede a la división de las aguas, este acto de dividir las aguas se hace imagen grandiosa mediante palabras concretas, que conservan todo su potencial poético desde que fueran pronunciadas por vez primera. Cuando Jeremías dice que ni puede el etíope mudar de piel, ni perder sus manchas el leopardo, acuña una de esas expresiones poético-proverbiales destinadas a viajar a través del tiempo, conservando la elocuencia de una idea concreta, servida por palabras concretas. Así el refrán, frase que expone una esencia de sabiduría popular de experiencia colectiva, elimina casi siempre el adjetivo de sus cláusulas: «Dime con quién andas…», » Tanto va el cántaro a la fuente…», » El muerto al hoyo…», etc. Y es que, por instinto, quienes elaboran una materia verbal destinada a perdurar, desconfían del adjetivo, porque cada época tiene sus adjetivos perecederos, como tiene sus modas, sus faldas largas o cortas, sus chistes o leontinas.

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