Con motivo de cumplirse mañana 23 de octubre el aniversario 45 del periódico Juventud Rebelde, comparto con mis lectores este trabajo de Yoelvis Lázaro Moreno, corresponsal de dicha publicación en Villa Clara.
Por estos días un buen «amigo» doblará la curva de las cuatro décadas y, sin ánimo de sentirse suficiente, ni grande, ni perfecto, merecerá unos minutos para mirarse frente a ese espejo de trazos humanos que desde hace algunos años le presta día a día a sus fieles seguidores.
De seguro al pararse ante el sensible cristal notará ciertas canas, ya que el almanaque no pasa por gusto, pero al instante entenderá que esas marcas blancas no le anuncian para nada la ancianidad. Al contrario, denotan su madurez y acaban haciéndonos pensar en un mozo cuarentón que ha sabido conjugar las nobles locuras de los veinteañeros con la experiencia de un hombre de casi 50.
Pero no imagine usted, querido lector, que en esta ocasión tan especial vengo a platicarle de un camarada cualquiera, sino más bien de alguien, a veces sabio, a veces místico, a quien siempre agradeceré haber conocido.
Me consta que es modesto, sincero, que no por «vestirse» a la usanza de la capital de los cubanos, deja de portar la esencia íntegra y diversa de una Isla que late en su cuerpo empapelado.
Y en ese croquis amplio que va de punta a cabo, de la loma al llano, de la escuela a la fábrica, de la casa a la tierra, de vecino a cubano, emerge, con lo mucho que falta y lo mucho que aquí sobra de nuestra vida con todos sus matices.
Me consta, y hasta me impulsa, el particular desvelo de mi buen «amigo» por esbozar el pensamiento complejo y único de quienes somos, en la diversidad de una tierra que nos une, una juventud de inolvidables tradiciones y dotada de múltiples estampas.