Por Lemay Padrón Oliveros
Considerado el padre del voleibol en Cuba, sobre todo en la rama femenina, el guantanamero Eugenio George Laffita tiene uno de los mejores palmarés de entrenador alguno en todo el planeta, tomando en cuenta todos los deportes, y todavía hoy brinda sus valiosos conocimientos en la Escuela Cubana de Voleibol.
Nació en Baracoa el 29 de marzo de 1933 y tomó parte en un campeonato nacional por primera vez en 1949, luego que su familia se mudara para La Habana. El entrenador Tito del Cueto le había visto condiciones mientras practicaba en el Centro Deportivo Rafael Conte y lo llamó para que jugara en su escuadra juvenil.
A nivel internacional compitió en los Juegos Panamericanos de México-1955 y Chicago-1959, así como en el Mundial de 1956 y los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Jamaica-1962, su última competencia oficial. Aunque tenía una aceptable estatura para la época (1.81 metros), su complexión nunca fue fuerte, pues apenas rebasaba las 150 libras de peso, algo impensable en el voleibol moderno. Se graduó de licenciado en deportes en 1974, pero ya hacía tiempo que comandaba los destinos del deporte de la malla alta al máximo nivel.
Como entrenador debutó al frente de los equipos masculinos juveniles en la década del 60, y en 1969 se hizo cargo del equipo femenino de mayores, donde comenzó a tejer la leyenda de las Espectaculares Morenas del Caribe, que bajo su tutela conquistaron tres títulos olímpicos, y otros tantos en campeonatos mundiales y Copas del Mundo. Además, sus pupilas archivan en sus vitrinas dos primeros puestos en torneos Grand Prix, varios cetros panamericanos y centroamericanos, todo lo cual fue más que decisivo para que la Federación Internacional de Voleibol (FIVB) lo eligiera como el entrenador del siglo XX.