Por Wilkie Delgado Correa

Símbolos patrios: la bandera, el himno y el escudo. Debajo: la mariposa, flor nacional; el tocororo, ave nacional, y la palma real, árbol nacional.
Es significativo, paradigmático y simbólico que el Día de la Cultura Nacional esté ligada al instante supremo en que se entonara, por la población insurrecta de Bayamo, el 20 de octubre de 1868, el himno la Bayamesa, devenido más tarde en Himno Nacional.
La historia recoge los hechos de esta forma esencial. El día 18 de octubre, la columna libertadora que había iniciado la revolución por la independencia el 10 de octubre de 1868, liderada por Carlos Manuel de Céspedes, llegó a Bayamo, y le puso sitio. Las tropas fueron penetrando en la ciudad. El pueblo bayamés fue saliendo con vítores al encuentro de las tropas que sitiaban y avanzaban hacia la ciudad. Con la entrada en las callejuelas de la ciudad, se rompieron los primeros fuegos.
Dentro de la ciudad, los militares españoles continuaban su resistencia refugiados en el cuartel. Las tropas cubanas, en su mayor parte a caballo, recorrían las calles y plazas agitando la rendición.
Las bayamesas, hijas de aquel heroico pueblo, adornaban las puertas y ventanas. Aplaudían y vitoreaban a familiares y amigos incorporados a las tropas revolucionarias. Algunas colocaban flores en los ojales de los hombres. Fue en aquel ambiente de fiesta y de combate que Pedro Figueredo, conocido por todos como Perucho, cantó por primera vez, el 20 de octubre, su himno La Bayamesa, que pasaría, muchos años después, a ser el Himno Nacional de la República que estaba surgiendo al fragor de aquella batalla.
Como diría más tarde José Martí, en 1892, “para que lo entonen todos los labios y lo guarden todos los hogares, para que corran de pena y amor las lágrimas de los que lo oyeron en el combate sublime por primera vez, para que espolee la sangre en las venas juveniles, el himno a cuyos acordes, en la hora más bella y solemne de nuestra Patria, se alzó el coro dormido en el pecho de los hombres”.