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Deplora Cuba situación internacional frente a la niñez

Por Fausto Triana

Niños trabajandoCuba deploró hoy el agravamiento de la situación internacional de guerras y hambruna que golpea en particular a la niñez, al tiempo que reiteró su compromiso indisoluble con este segmento de la población.

En exclusiva con Prensa Latina, el viceministro cubano de Relaciones Exteriores Abelardo Moreno se refirió a la degradación del panorama mundial en estos momentos con acciones belicistas, alza de los precios de los alimentos y el hambre.

A pesar del esfuerzo de muchos países, no se ha logrado bajar la cifra de mil 20 millones de personas con enormes dificultades para alimentarse, gran número de las cuales son niños y adolescentes, precisó Moreno.

El jefe de la delegación de la isla caribeña a la 57 sesión del Comité de Derechos del Niño (CRC, siglas en inglés) de la ONU en Ginebra, señaló que todos esos problemas atentan contra los sectores más vulnerables de la población en el orbe.

Nos sentimos orgullosos de participar en el evento para hablar de la experiencia cubana, de logros más allá de educación y salud, de nuestra vocación internacionalista y de la defensa absoluta al mayor derecho, que es el derecho a la vida de nuestros niños, anotó.

En tanto, cada día las potencias occidentales respetan menos el derecho internacional y los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas, argumentó.

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Conmemoran hoy Día Internacional de la Infancia

Niños cubanosHoy es el Día Internacional de la Infancia, etapa de la vida que marca para siempre el devenir del ser humano y la continuidad de su propia presencia en la Tierra. Debería representar para cada habitante del planeta el momento de más felicidad de la existencia; sin embargo:

– Unos 600 millones de niños viven en la pobreza, y más de 27 mil menores de cinco años mueren cada día por causas evitables.

– Más de 250 millones de infantes desde cinco a 14 años trabajan extensas y agotadoras jornadas laborales.

– Otros 130 millones no reciben siquiera educación elemental.

– Aproximadamente 6 millones padecen lesiones limitantes causadas por los conflictos bélicos o han fallecido como consecuencia de las guerras.

– Hay unos 300 mil niños menores de 18 años que en la actualidad sirven como combatientes alrededor del mundo (casi el 10 % de todos los combatientes globales). Ellos prestan servicios en el 40 % de las fuerzas armadas, grupos opositores y organizaciones terroristas del mundo y luchan casi en el 75 % de los conflictos mundiales. De hecho, durante los últimos cinco años, los niños han prestado servicios como soldados en todos los continentes (menos en la Antártica). Además, medio millón más de niños prestan servicios en fuerzas armadas que al presente no están en guerra.

– Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), la prostitución y la pornografía infantiles, los llamados niños de la calle y el tráfico de órganos extraídos a muchachos menores de edad engañados o secuestrados y luego asesinados, rebasa con creces las peores y más espeluznantes experiencias.

(Fuente: Granma)

Una generación de extraños

Por Umberto Eco

realidad virtualCreo que la de Michel Serres es la mejor mente filosófica que existe en Francia hoy en día. Y como cualquier buen filósofo, Serres es capaz de reflexionar sobre los asuntos actuales tan bien como sobre los sucesos históricos. Desvergonzadamente, voy a basar esta columna en el ensayo espléndido que Serres escribió el mes pasado para Le Monde, en el que nos recuerda asuntos que conciernen a la juventud actual: los hijos de mis lectores jóvenes y los nietos de nosotros, los viejos.

Para empezar, la mayoría de estos niños o nietos nunca ha visto un cerdo, una vaca o un pollo. Una observación que me recuerda una encuesta realizada hace aproximadamente 30 años en Estados Unidos. Reveló que la mayoría de los niños en Nueva York creían que la leche, que ellos veían que se vendía en recipientes en el supermercado, era un producto hecho por el hombre, como la Coca-Cola. Los seres humanos modernos ya no están acostumbrados a vivir en la naturaleza; sólo conocen la ciudad.

También me gustaría señalar que, al salir de vacaciones, la mayoría de ellos se aloja en lo que el antropólogo Marc Augé ha definido como “no lugares”: espacios de circulación, consumo y comunicación homogenizados. Las villas de los hoteles de lujo o resorts son notablemente similares a, digamos, el aeropuerto de Singapur, cada una de ellas dotada de una naturaleza perfectamente ordenada y limpia, arcadiana, totalmente artificial. Estamos en medio de una de las mayores revoluciones antropológicas desde la Era Neolítica. Los niños de hoy viven en un mundo sobrepoblado, con una expectativa de vida cercana a los 80 años. Y, dada la creciente longevidad de las generaciones de sus padres y abuelos, tienen menos probabilidades de recibir sus herencias antes de que estén al borde de la vejez.

Una persona nacida en Europa durante los 60 últimos años no ha conocido la guerra. Y, habiéndose beneficiado de los progresos de la medicina, no ha sufrido tanto como sus antepasados. La generación de sus padres tuvo hijos a mayor edad de lo que era usual en la generación de sus abuelos, y es muy posible que sus padres estén divorciados. En la escuela, estudió al lado de niños de otros colores, religiones y costumbres; esto lleva a Serres a preguntarse cuánto tiempo más los escolares en Francia cantarán La Marsellesa, que contiene una referencia a la “sangre impura” de los extranjeros. ¿Qué obras literarias puede todavía disfrutar y con cuáles establecer una conexión, dado que nunca ha conocido la vida rústica, la vendimia de uvas, las invasiones militares, los monumentos a los caídos, los estandartes perforados por balas enemigas o la urgencia vital de la moralidad?

Su pensamiento ha sido formado por medios de comunicación que reducen la permanencia de un suceso a una breve frase e imágenes fugaces, fieles a la sabiduría convencional de los lapsos de atención de siete segundos y las respuestas de los programas de concurso con respuestas que se deben dar en quince segundos. Y esos medios de comunicación le muestran cosas que no vería en su vida cotidiana: cadáveres ensangrentados, ruinas, devastación. “Al llegar a los 12 años de edad, los adultos ya han forzado (a los niños) a ser testigos de 20.000 asesinatos”, escribe Serres.

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La tartamudez tiene cura en la infancia

Por Marcela Valente

tartamudezBUENOS AIRES, (IPS).— La sensibilidad del actor británico Colin Firth para expresar la voluntad de superación de un tartamudo en la película «El discurso del rey» («The King’s Speech») pudo más que cualquier campaña en Argentina para promover la idea de que la vida de miles de niños puede cambiar.

Desde el estreno del filme —que se alzó el domingo 27 con los premios Oscar a mejor película, mejor actor, mejor director y mejor guión original—, consultorios de fonoaudiología y clínicas especializadas en este trastorno del habla explotaron de consultas de adultos, pero sobre todo de niños acompañados de sus padres.

«A raíz de la película explicamos en televisión y en radio los tratamientos que existen para lograr la cura en casi todos los niños y hubo una explosión de llamadas», dijo a IPS la fonoaudióloga Julieta Castro, de la Asociación Argentina de Tartamudez.

Según Castro, consultaron sobre todo padres preocupados porque los pediatras les recomiendan esperar, lo opuesto a lo que aconsejan los fonoaudiólogos especializados en este trastorno, conocido como disfluencia.

La película, que relata los esfuerzos del rey británico Jorge VI por superar su tartamudez, representó «una oportunidad para hablar del tema, para desmitificar, para que deje de ser un síntoma vergonzante, para que se entienda que el tartamudo no es tonto, sino que es una persona que sufre por su trastorno», dijo.

El filme resultó un inesperado impulso a la difusión del Congreso Mundial de Tartamudez que se realizará en mayo en Buenos Aires con la participación de expertos y personas con el trastorno pertenecientes a los cinco continentes.

La fonoaudióloga Claudia Díaz, coordinadora del área de capacitación de la Asociación, remarcó que «si hay una intervención temprana, es decir, antes de los cinco años y medio, el síntoma desaparece».

Pero los pediatras a menudo «no están informados y lo minimizan», dijo. Los tratamientos son muy nuevos, los fonoaudiólogos especializados son pocos y formados en el extranjero, como Díaz, que estudió con una beca en Australia.

«Los países desarrollados hace 40 años que trabajan en brindar información sobre este trastorno y en derribar mitos. En Australia, Canadá y Estados Unidos es donde más se avanzó, pero nosotros empezamos hace muy poco», explicó.

El trabajo de los escasos fonoaudiólogos con esta especialidad es «de hormiga», como lo describe Díaz. Hablan con los pediatras de cada niño que les llega a la consulta para que sepan que no hay que demorar la derivación.

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Entrañas

Por Yoelvis Lázaro Moreno, estudiante de Periodismo

Hay historias del pasado imposibles de olvidar aunque los años pasen. Son como abejas laboriosas empeñadas en fabricarnos un sabroso panal de recuerdos, exquisito y hasta apropiado para endulzar amargas circunstancias de la cotidianidad.

En un sitio concurrido de mi mente están grabadas las imágenes del lugar donde nací: retratos de un pretérito sencillo y profundo, al que siempre acudo cuando, agobiado por la nostalgia y la prisa, me antojo de volver a las raíces.

Muchacho al fin, allí cometí bastantes travesuras. No pocas veces caminé por encima de grandes sembradíos a espaldas de los sacrificios sudorosos de mi abuelo. Bien pequeño aprendí a diseñar muñecos de fango con los moldes ajustados a la imaginación de un inquieto chiquillo. Y poco a poco dibujé con trazos criollos mis primeras alegrías, sin más ventura que la aventura de vivirlas.

De todo ello atesoro sensibles memorias; anécdotas y escenas que conforman un patrimonio de añoranzas personales; reservorio de oxígeno y luz, esa misma luz que lleva hasta en su nombre el discreto rincón villaclareño de donde soy.

Ahora entiendo mejor aquella rápida respuesta del literato y folclorista de Camajuaní, René Batista Moreno, al que una vez le pregunté si seguiría contando historias de charcas y güijes aunque no pudiese desandar los campos como antes. Y con voz resuelta me dijo: «Ya eso no hace falta, hijo. El cuadro de mi campiña lo tengo tallado dentro».

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