Por Juan Gelman
Se cumplen diez años del brutal atentado que segó la vida de más de tres mil inocentes atrapados en las Torres Gemelas y las autoridades estadounidenses redoblan las medidas de seguridad en aeropuertos, estaciones ferroviarias, plantas nucleares y estadios deportivos de todo el país.
Por las dudas: John Brennan, asesor de Obama en materia de seguridad y contraterrorismo, aseguró que “a estas alturas no existe una amenaza específica creíble”. ”Nos preocupan —agregó— los actores solitarios que andan por ahí” (//abcnews.go.com, 31/8/11). Cabe suponer que Brennan nada ignora al respecto: el FBI ha empotrado en la sociedad civil 15 000 informantes, práctica habitual de todos los gobiernos. Solo que los del FBI informan y algo más: tienen la indicación de ser “creativos”.
El FBI ha debido, periódicamente, dar cuenta del número de informantes. Un comité supervisor del Senado encontró que eran 1 500 en 1975, sumaban 2 800 en 1980 y seis años más tarde llegaron a 6 000 según The Los Angeles Times (//articles.latimes.com, 15/6/86). El contingente aumentó de manera abrupta luego del 9/11 y obedece a una estrategia que se modificó a fondo desde los días en que se esperaba otro ataque de alguna célula dormida de Al Qaida en EE.UU.: la amenaza es ahora el llamado “lobo solitario” y se trata de prever e impedir sus atentados. Esta estrategia fue aplicada a escala mundial por W. Bush en Iraq y Afganistán con sendas guerras preventivas.