Por Iraida Calzadilla Rodríguez
Los documentos que acreditan la estancia en Cuba del Caballero de la Libertad, encontrados por la historiadora italiana Anna Tola, son comentados por el investigador cubano Enrique Pertierra.
Hasta ahora solo hubo especulaciones y muchos deseos de que la leyenda fuera cierta. La ruta de investigación seguida por el cronista español Justo Zaragoza —para nada partidario de la independencia de Cuba—, el patriota cubano Juan Arnao y el etnólogo Fernando Ortiz, apuntaba a la certeza de que Giuseppe Garibaldi, el paladín de la independencia italiana, estuvo por estas tierras en visita secreta entre 1850 y 1851 como pasajero del vapor Georgia.
A esa línea de esperanzas se sumó el investigador Enrique Pertierra Serra (Mantua, Pinar del Río, 1957), y así lo escribió en su libro Italianos por la libertad de Cuba, publicado en el 2000 por la Editorial José Martí. Cuatro años después, en una entrevista, afirmaba: «La historia hay que probarla con documentos y no hay uno que lo diga, pues cuando la intervención norteamericana los españoles evacuaron los Archivos de la Marinería, los cuales darían el testimonio conclusivo de que Garibaldi estuvo en La Habana.
«Sin embargo, sí existen evidencias, como, por ejemplo, que por mediación de Antonio Meucci debió conocer a Gaspar Cisneros Betancourt, Cirilo Villaverde y John Anderson, este último negociante de tabaco y simpatizante de la unificación de Italia, quien había estado en La Habana en varias oportunidades y dominaba la situación política de Cuba».
Pertierra se aferró siempre al contexto histórico en que Garibaldi se unió a la historia de la Isla, después de su llegada a Nueva York el 30 de julio de 1850, y su relación con la Junta Cubana, liderada por el anexionista Narciso López, quien probablemente no contactara de manera personal con el gran paladín.
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