Por Danny Glover y Saul Landau
Tomado de Progreso Semanal
2:30 p.m.— Hora de partir, el momento más doloroso de la visita a Gerardo Hernández. Un guarda de la prisión anuncia: “La hora de visita ha terminado”. Gerardo se pone contra la pared junto a los otros presos. Nosotros estamos de pie entre las esposas, hijos y madres. Finalmente, la pesada puerta de metal, controlada electrónicamente, se abre. Gerardo levanta un puño triunfante. Hacemos lo mismo. Él se queda en el Infierno (ahora por 13 años). Nos vamos.
Manejamos de la penitenciaría de Victorville al aeropuerto de Ontario California, analizando el absurdo de cinco cubanos (uno en precaria libertad condicional) que ayudaron a los Estados Unidos a combatir el terrorismo,, pero permanecen encerrados en penitenciarías federales mientras Luis Posada Carriles, quien orquestó el sabotaje de 1976 a un avión de Cubana (73 murieron), cena en los mejores restaurantes de Miami. Entre sus visitas al proctólogo, Posada y otros lunáticos vejestorios continúan maquinando la violencia contra Cuba.
Los jueces de la Corte Federal de Miami decidirán acerca de la apelación de Gerardo, que presenta nuevos hechos y evidencias: el abogado de Gerardo admite ahora haberlo representado de manera inadecuada; nuevos documentos revelan pagos realizados por el gobierno norteamericano a “periodistas” radicados en Miami, quienes ofrecieron historias negativas acerca de los cubanos acusados, contribuyendo a condicionar la atmósfera del juicio.