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Fi(d)eles a su ejemplo

Por Luis Toledo Sande

fidel-a-la-entrada-del-ayuntamiento-de-cienfuegos-580x420Desde el seno mismo de la obra revolucionaria que él fundó, de distintos modos se ha dicho que nadie volverá a tener en Cuba la autoridad que décadas de consagración a su pueblo concentraron legítimamente en Fidel Castro. Al vaticinio se suma la comprensión de que se trata de un ser humano cuyos cargos podrán o deberán necesariamente ser ocupados por otros, pero él —de tan excepcional— es insustituible. El propio Raúl Castro, que por méritos propios y de manera constitucional lo remplazó al frente del Partido y de los consejos de Estado y de Ministros, ha proclamado que únicamente un equipo de trabajo podría dar continuidad a la brega que protagonizó el líder cuya existencia física ha cesado.

Pero el requerimiento colectivo ni empieza ni termina en las estructuras gubernamentales y partidistas: concierne a todo el pueblo, llamado a seguir con tanta disciplina como exigencia participativa y crítica, creativa, no como una mera masa obediente, a quienes lo dirijan hoy y en el futuro. Aunque el Comandante respondió, como responde todo ser humano, a condiciones históricas, y en su caso ello resulta especialmente ostensible a la luz de su descomunal relevancia, insistir en considerarlo el líder histórico de la Revolución pudiera limitar la noción de su alcance.

Lejos de agotarse en la historia entendida como pasado, ese alcance es fuerza impulsora que lo sobrevivirá. Fidel continúa siendo, sin linderos frustrantes, el guía por antonomasia de la obra revolucionaria a la que él dio vida entregándole la suya. Pero la capacidad de supervivencia de su legado no sería plena, o pudiera desdibujarse, si se confiara a la inercia, a lo mecánicamente espontáneo. En estos días de duelo Ricardo Alarcón de Quesada, soldado de la Revolución guiada por el Comandante en Jefe, lo ha dicho para una entrevista de la televisión en términos que el autor del presente artículo no podría superar, por lo que intenta reproducirlos de memoria: “A partir de ahora la vida de Fidel está en nuestras manos”.

Sin descartar —hacerlo sería propio de un pensamiento aldeano, mezquino— la contribución que en otros lares se esté en condiciones de aportar o se esté aportando ya, puesto que él personificó al internacionalista en ideas y en actos, la vida que Fidel pueda seguir teniendo, y no solo en Cuba necesitamos que tenga, se encuentra medularmente en manos de su pueblo. A este lo convoca la responsabilidad de cultivar su presencia, más que su memoria, no de modo abstracto o como rito improductivo, sino procurando, día a día, que la patria siga el camino de soberanía y justicia social que él fertilizó con denuedo y sabiduría desde antes incluso de preparar y dirigir los hechos fundacionales acometidos el 26 de julio de 1953.

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Sin buenas intenciones

Por Raquel Sierra

Raúl Capote, el agente Daniel de la Seguridad del Estado cubanoPara Estados Unidos, el fin justifica los medios, siempre.  En sus aspiraciones por acabar con la Revolución cubana, no importa la vía. La gama puede ser amplia: desde poner bombas o derribar aviones comerciales hasta promover desestabilización y fabricar líderes, aunque quieran aparentar lo contrario.

Esto último lo sabe muy bien  el profesor universitario Raúl Capote, el  agente Daniel de la Seguridad del Estado cubano.  Además de sus vivencias, el relato de sus contactos con los oficiales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus sigla en inglés) y la descripción de sus actividades bajo otro rostro, reveladas en el documental Las razones de Cuba: Fabricando un líder, Capote descubrió un sentir y una reflexión sobre cómo pueden abrirse los ojos al saber, desde dentro, los hilos que se tejen a diario, cada minuto y en los más impensables frentes, para lograr el viejo propósito de destruir la Revolución cubana.

El suministro de equipamientos ultramodernos de transmisión de información, la búsqueda  de detalles sobre la realidad cubana: desde la presidencia de Raúl Castro hasta los malestares internos por dificultades reales en el país en temas tan sensibles como el transporte, sin descartar la visión de los cubanos sobre el mandatario estadounidense Barack Obama o el funcionamiento de las antenas ilegales  que se emplean para captar señales de televisoras extranjeras, estuvieron entre los intereses sobre la Isla de los contactos foráneos con los que el agente Daniel se relacionó.

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