Por Pablo Iglesias
Río premia la entrega y Cuba recibe a sus atletas con los brazos abiertos aunque debemos revisar disciplina por disciplina, pues a la vuelta de cuatro años, Tokio espera.Montreal 1976. En las piernas de Alberto Juantorena, los puños de Teófilo Stevenson, Jorge Hernández y Ángel Herrera, y el uchi-mata de Héctor Rodríguez depositó Cuba la mayor notoriedad de su rendimiento en esa versión de Juegos Olímpicos. Hasta ese minuto no habíamos obtenido dobles dígitos de preseas en ese concierto deportivo. La lid en la urbe canadiense, a la cual asistimos con una legión de 156 deportistas, nos deparó la octava plaza del medallero (6-4-3).
Río me despidió este domingo, fueron 16 días intensos, de atención extrema de seguir expectante rendimientos antillanos, de vitorear hasta la médula el volteo de Mijaín López sobre el turco Riza Kayaalp, de lanzar swines incansables con Robeisy y Arlen, de danzar con La Cruz, de nadar con Phelps y correr con Bolt, de festejar junto a los hermanos británicos Brownlee, o atestiguar la hazaña de Laura Trott y su novio Jason Kenny sobre bielas
De sufrir con la altura de 4.70 en la varilla y ver las lágrimas de Yarisley Silva correr por su rostro. De consumirme con el veredicto adverso del luchador libre Reinieri Salas, del penal dramático de Neymar y la euforia desatada en el Maracaná, de una tenista Mónica Puig que pasó casi del anonimato a la inmortalidad…