Por Maylin Alonso Chiong
A un costado del Capitolio de Cuba, resiste los embates del tiempo la fábrica Partagás, fundada en 1845. Dentro de sus gruesas paredes aguardan los secretos del mejor tabaco del mundo, nacido de las manos expertas de torcedores cubanos. Atentos a una faena que les permite a muchos superar los cien puros, las historias forman parte de la jornada, ellas también son un sello único del tabaco cubano.
Marcas tan famosas como Romeo y Julieta, y Montecristo, se dice, nacieron como homenaje a esas horas de desesperación y angustia vividas por los personajes de estos clásicos, disfrutados por los tabaqueros gracias a la antigua tradición de los lectores de tabaquería, nacida en Cuba en 1865 en la fábrica El Fígaro y exclusiva de esta actividad.
Desde hace 24 años Jesús Pereira se sienta al frente de la galera y comparte con igual pasión las noticias del diario y las novelas de preferencia de los trabajadores de esta fábrica.
—¿Cómo se convirtió en lector de tabaquería?
Fue en 1986. Hubo una convocatoria y nos presentamos dos compañeros. El otro había trabajado ya como locutor de radio y tenía experiencia como profesor de Historia. Para ese entonces yo no tenía una verdadera noción de lo que era leerles a los trabajadores. Se aplicó un sistema de prueba para la selección, cada cual debía leer una semana y de acuerdo con la dicción, en el caso de la novela específicamente, la dramatización de los personajes. A mí me gusta mucho leer novelas y al parecer hubo una pequeña diferencia entre el compañero y yo, y por votación unánime los trabajadores me eligieron como el lector de tabaquería.
La voz pausada de Jesús se articula de manera natural co el universo sonoro de la fábrica. En cada estanco productivo se mezcla con las sonoridades propias de las hojas en la fase de oreo, despalillo, torcido, empaque y el martilleo de las cajas a punto de cobijar el tabaco recién ajustado a su anilla.
—Hace 24 años usted es lector de tabaquería, pero se trata de un oficio de siglos…
—Es una tradición desde el año 1865, cuando surgió en la fábrica El Fígaro ¿qué se pretendía entonces? El colono o jefe de tabaquería introdujo la lectura como una metodología para que los trabajadores conocieran algunas técnicas sobre la confección del tabaco, pero el lector fue más allá y comenzó a darles a conocer deberes y derechos a los tabaqueros, lo que no le pareció bien al jefe de fábrica y suspendió esta actividad, pero se retomó cada vez que los colonos intentaron suprimirla. Se mantiene como una tradición hasta hoy, una tradición que convierte al lector en un comunicador por excelencia, con la función de trasmitir información cultural, política, deportiva, hablar sobre enfermedades de transmisión sexual, en fin temas de la vida cotidiana.
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