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Habana: Territorio Vampiro

Habana: Territorio Vam­piro es el largometraje que nos entrega Carlos Lechuga y puede tener como Juan de los Muertos, la aceptación del público.

Por Michel Hernández

Carlos Lechuga. Foto: Joze Rehberger Ogrin

Carlos Lechuga. Foto: Joze Rehberger Ogrin

Hubo una vez en que los zombies tomaron La Habana y amenazaron con transformar a la capital cubana en un reino de esperpentos y seres espectrales; todo eso hasta el momento en el que intervinieron dos personajes desarrapados y marginales que por un poco de efectivo trataron de salvar a a la ciudad del caos. Pero la pelea cubana contra los demonios no terminó ahí, puesto que ahora llegará el turno de clavarle la estaca en el corazón a los mismísimos vampiros, esa horda de criaturas del infierno que escapará del inframundo hacia las calles habaneras y, específicamente, hacia el cálido cuello de sus habitantes.

No se sabe en realidad la suerte que correrán los discípulos de Drácula en las arterias cubanas, pero lo cierto es que como sucedió con Juan de los muertos, de Alejandro Brugués, el segundo largometraje de Carlos Lechuga (Habana, 1983), llamado Habana: Territorio Vam­piro, puede convertirse en otra “bomba” entre los espectadores locales.

“Los vampiros siempre están relacionados con el sexo, la sangre y la muerte, y yo tenía varias ideas para hacer una historia de un adolescente en su despertar sexual.

Por supuesto que las dos partes de Vampiros en La Habana, y Juan de los muertos son películas que me encantan, y tienen un nivel de humor muy saludable, pero nadie se debería atrever a tratar de competir con ellas o repetirlas. La historia ocurre en los 90 en Cuba. Debido a la caída del campo socialista, Cuba que­da inmersa en su peor crisis económica y a los vampiros cubanos no les queda otra opción que racionar la sangre. Nuestro protagonista tiene 18 y es un vampiro debilucho, que toda su vida ha sido sobreprotegido por su mamá y su abuela. Una no­che, mientras salen a cazar, la madre y la abuela son asesinadas y el muchacho, valiéndose por sí solo, tiene que salir a vengar a su familia. De la mano de Natalia, una bella adolescente vampira, el muchacho se adentra en un mundo de deseo y venganza, que se contrapone a la educación que le dieron su mamá y su abuela. Dejando a un lado su miedo, deberá combatir contra el malo y al mismo tiempo tratar de mantenerse lo más humano posible.” cuenta a Granma el director de la cinta, Carlos Lechuga, quien ganó el pasado año con Santa y delfín el XI Premio SGAE de Guion Julio Alejandro, el galardón más importante en Iberoamérica y España para guionistas.

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