Por Elizabeth López Corzo
Desde que anunciaron la película de Fernando Pérez La pared de las palabras y comentaron por los medios que abordaba el tema de la (in)comunicación, supe que sería una película dura. De Fernando no podemos esperar nunca una historia simple. Eso es algo que muchos espectadores le agradecemos.
Y no digo que para hacer un filme «bueno» o alejado de la frivolidad haya que recurrir necesariamente a la tristeza o al dolor, pero sí hay que reconocer en Fernando su buen ojo y sensibilidad para contar historias que son invisibles para otros. A este director no le interesa hablar de lo que ya se sabe, aun cuando estamos conscientes de que no hay nada nuevo bajo el sol. En sus obras Fernando encuentra siempre la forma de mostrarnos desde otro ángulo eso que creemos conocer, pero que no sabríamos explicar.
El simbolismo ―o las asociaciones, como él prefiere llamarlo― es más que una herramienta en su cine, es un estilo. La pared de las palabras no se desvía de ese carácter fernandiano, sin embargo, la estructura de la película y los diálogos resultan bastante lineales. Supongo que fue una manera más digerible que encontró el autor para que la carga simbólica no opacara los centros de atención: la familia, la discapacidad física o mental, la (in)comprensión…
¿Por qué precisamente escogieron el cuadro de Yoan Capote para La pared de las palabras?
«La presencia de un cuadro y de un hermano sano que hace arte y cultura es algo que poco a poco va cobrando significación en la historia. De hecho, la idea de que el cuadro se viera o no al final de la película fue algo que discutimos desde el guion. Algunos en el equipo decían que no debía aparecer y yo abogaba por el sí, porque de lo contrario, se frustraba al espectador.
«Pero al mismo tiempo, nos preguntábamos qué cuadro usar. A mí me encantan las artes plásticas y conozco muchos pintores, pero sorprendentemente no conocía a Yoan Capote. Cuando vi el cuadro Mar de noche en su estudio y encontré los anzuelos, pensé que esa era la metáfora de lo que en realidad la película quería expresar.
«Aunque al final Luis termina sembrando su semilla y germina un árbol, yo sentía que la película no podía quedarse en la imagen positiva. Yo sí creo en eso que germina, pero la película trata del dolor que representa ese otro lado oscuro de la vida. Una vez que se sufre, es difícil maquillarlo u obviarlo. Algunos dolores nos acompañan para siempre. Ese cuadro, Mar de noche, expresa eso. Los anzuelos muestran un mar punzante».
Yo lo vi como una imagen de la crudeza dentro de lo bello y viceversa.
«Sí, también es eso, la contradicción, la luz junto a la sombra. Lo claro, lo oscuro… la vida, en definitiva.
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