¿Por qué el rosado es atribuido a las niñas y el azul a los varones; el rojo se vincula a la sensualidad y excitación, y el blanco y el negro acompañan la muerte y el luto?
Por Marlen Borges
Desde antaño, el color otorga a nuestros cuerpos un lenguaje pletórico de simbolismos que nos identifican y a la vez marcan las diferencias entre unos y otros. Maquillajes, prendas, tatuajes y vestimentas atavían a los seres humanos y le conceden una dimensión sociocultural, histórica y científica.
En Francia, estudiosos del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) examinan desde hace algunos años la significación y los simbolismos de los colores sobre el cuerpo.
La institución presentó en Paris una exposición donde ambos atributos se combinaron para mostrar a través de un sinnúmero de siluetas y maniquíes la multiplicidad de usos obtenidos de esta amalgama en diferentes culturas.
Los cuerpos adornados, decorados, pintados, o simplemente engalanados o vestidos cotidianamente responden a códigos sociales y culturales estrictos, señaló Gilles Boetsch, biólogo francés estudioso de la antropología y directivo del CNRS.
Los maquillajes de las geishas (Japón) en la era de Edo, con rostros blancos y labios muy rojos, los tuaregs (Sahara), llamados hombres azules por el tono índigo de la piel al desteñirse sus ropas, o los tatuajes alegóricos de mayas y aztecas son muestras de ello.
También las pinturas corporales de los aborígenes del norte australiano para alimentar el espíritu, y las de los kwoma de Papúa-Nueva Guinea ligados a ritos y cultos vinculados a la fertilidad o los yanomami, indígenas del Amazonas, con pinturas cotidianas.
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