Idioma español hablado en Cuba: Quijote a lomo de Palmiche

Por Leticia Martínez Hernández          

… suéltame un baro que está muy caro
préstame un caña que no hay maraña
tremenda jama botó la dama
tremendo hielo me dio Consuelo…

(«Como me gusta hablar español», Pedro Luis Ferrer)

 

 


idioma españolBasta desandar algunas calles, pueden ser las de la capital habanera o cualquier otra urbe del país, para asombrarse ante las palabras y frases utilizadas en conversaciones habituales. Y no solo entre los jóvenes logras escuchar jeva, gao, pura, qué bolá o voy en pira; en lugar de novia, casa, madre, cómo estas o me voy.

 

A ello también se suman los préstamos del idioma inglés y que ahora definen tiendas (shopping), equipo (team), entrenador (coach)…Y por si no resultaran suficientes, se atropellan y pronuncian mal las palabras y se trastrocan formas verbales.

 

Tendencias todas que bien pudieran pensar en un deterioro del idioma español hablado en Cuba, esa forma que durante siglos ha distinguido el habla de los isleños, donde hemos vertido nuestra forma de ser espontáneos, jaraneros y desinhibidos.  

Pero, cuidado: la alegría y el desenfado no significan dejadez al comunicarnos; no van en contraposición con el buen decir, no solo desde el punto de vista semántico o fonológico, sino donde medien también la cortesía y el respeto. En ello desempeñan un papel determinante la familia, la escuela, los medios de comunicación y la sociedad en general.  

IDIOMA DE MILLONES: ¿PREOCUPACIÓN DE TODOS? 

El español es la tercera lengua más hablada del mundo, tras el chino y el inglés. Lo utilizan como primera y segunda lenguas entre 450 y 500 millones de personas. Resulta, además, el segundo idioma más estudiado luego del inglés, con, al menos, 14 millones de estudiantes. Aunque otras fuentes indican que supera los 46 millones distribuidos en 90 países. En Estados Unidos y Canadá el español es la lengua extranjera más estudiada. 

El idioma de Cervantes constituye el idioma oficial de 21 países; es una de las seis lenguas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de importantes organizaciones político-económicas internacionales como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).  

 

Según estimados de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), a mediados de este siglo una cuarta parte de la población norteamericana hablará español, lengua materna de casi el 15 % de los actuales habitantes de Estados Unidos.

 

A Cuba llegó por el lejano año 1510 con la conquista española, y se impuso a la lengua indígena que desde siglos prevalecía en nuestras tierras. A partir de entonces sería la Isla un crisol donde, con el rezago del habla autóctona e influencias andaluzas, canarias, gitanas, luego africanas y chinas, se formaría el español cubano.

 

Como variante cubana del español lo define María Luisa García, investigadora y quien escribe la sección El español nuestro del diario Granma; término que especifica lo propio de cada uno de los muchos pueblos o regiones hispanohablantes.

 

Pero, ¿cómo hablamos los cubanos? Según la citada estudiosa del tema, entre las características más comunes de nuestro español están: el seseo, pronunciación indiferenciada de la s, c, z como /s/; y el yeísmo, pronunciación indiferenciada de la ll, y como /y/.

 

También la no utilización para la segunda persona del plural del vosotros y el empleo para usted y ustedes (segunda persona del singular y del plural) de la forma verbal en tercera persona.

 

Y agrega: «por lo demás, el cubano es alegre y jaranero, pícaro y simpático, imaginativo y vivaz, y ello se refleja en su forma de hablar, reflejo inequívoco de su idiosincrasia. Nuestra variante del español podrá ser popular —como lógico reflejo de nuestra real y verdadera democracia—; pero es siempre pintoresca… 

 

«De ahí los ocurrentes piropos, la fraseología popular, el reflejo de nuestro sistema sociopolítico en la lengua que, de esa manera, contribuimos a enriquecer.» 

 

¿QUÉ QUISO DECIR EL JOVEN?

 

Dos sitios escogidos de la ciudad pudieran conformar la radiografía de cómo hablan hoy los jóvenes cubanos, y propiciar el desquicie de cualquier foráneo que de casualidad pase cerca: uno, la salida del Politécnico de Informática Osvaldo Herrera, en el capitalino municipio de Plaza; y el otro, las afueras de la Ciudad Deportiva, en el Cerro, luego de culminados los entrenamientos. Hasta los que todavía rondamos sus edades pudiéramos quedar asombrados. 

César Machado y Julio Alberto Cárdenas, aficionados al fútbol, hablan de comer algo en la cafetería, llena a esa hora de la tarde. Uno le dice al otro: «Mira todo lo que están pillando los consortes, nos quedamos botaos»; a lo que el segundo responde: «Bueno, nos salvamos si cogemos aunque sea unos refrescaldos». 

 

Quizás quisieron decir que los demás descubrieron antes que ellos las ofertas en la cafetería, y ellos tendrían suerte si al menos tomaban refrescos. Al preguntarles por qué hablaban así, la respuesta fue categórica: «Así hablan todos nuestros amigos, y nos entendemos sin líos».

 

Beatriz, estudiante de politécnico, cree que la forma de hablar va ligada a la moda, a la música que escuchan y a las películas. «En la escuela, con mis amigas hablo así, pero en mi casa y con los profesores las cosas cambian». 

 

Una reciente investigación, comenta María Luisa García, acerca de la manera en que se expresan los jóvenes, reveló un grupo de vocablos y frases que ponen de manifiesto la gran imaginación que caracteriza a esas edades. 

 

Valgan como ejemplos: fue un chícharo (o un quilo) significa que la prueba estaba muy difícil; va a re quiere decir que el estudiante va a revalorizar la asignatura; saqué dupa se utiliza por «estoy suspenso», probablemente por incorrecta realización de «dupla», y asociación con el dos; y estamos en el lago de los cisnes implica una analogía entre la figura del cisne y ese número, y se emplea fundamentalmente cuando el grupo desaprueba.  

 

«Otras expresiones, un poco más vulgares por la incorrecta pronunciación, tienen algunas veces mayor permanencia en el tiempo y caracterizan el habla estudiantil desde hace varias generaciones. 

 

«Es el caso de: bota’o, que significa desconocimiento; fundi’o, que indica agotamiento; escapa’o, que alude a la inteligencia o dominio perfecto de una materia; hazme el do, frase que se emplea para pedir compañía; la jugada está apretá, se refiere a una situación difícil; estás mare’á, refleja distracción. La frase saludo ¿qué bolá? ha ganado permanencia a través de varias generaciones y, quizá por ello, es utilizada por personas de disímiles edades, pero siempre en contextos muy coloquiales, muy informales.»

 

En todos los tiempos se ha cuestionado la forma de hablar de los jóvenes. La juventud se ha caracterizado desde siempre por una peculiar forma de comunicarse, más informal y desenfadada, que la acompaña desde la secundaria hasta el final de la carrera, con variaciones para cada período. 

 

Pero en la medida en que comienzan luego sus vidas laborales, parte de ese vocabulario va quedando atrás de un modo inconsciente, pues entran en un mundo donde coexisten personas de variadas edades y eso los obliga a expresarse con más formalidad. Pero el límite entre una fraseología simpática, ocurrente y la vulgaridad suele ser muy peligroso, concluye María Luisa García.

 

INFLUENCIAS ON LINE

Durante años escuché cómo mis abuelos nombraban frigidaire al refrigerador o yale al picaporte de la puerta. Luego los años en la escuela me aclararon la procedencia de los términos y me entretenía entonces descubriendo otros, también provenientes del mundo anglosajón y que convivían felices con la lengua de Cervantes. 

 

Este no es un fenómeno de los nuevos tiempos, aunque ahora se acentúa aún más, gracias a los procesos globalizadores y al alcance de  internet. La cercanía geográfica de Cuba con Estados Unidos y la condición de la isla como neocolonia norteamericana durante la primera parte del siglo XX, posibilitó la entrada de vocablos de origen inglés, que también enriquecieron nuestro hablar. También la importación de equipos provenientes de empresas con nombres en inglés dejó su huella.

 

Sobre el tema escribió Lisandro Otero en un artículo titulado «Nuevo diccionario del español. ¿Hablar en Espanglish?»: «Los idiomas se hacen con enriquecimientos y añadidos. Ningún idioma ha permanecido jamás en estado puro y las transfusiones de vocablos de otras lenguas son frecuentes (…) Pero también es necesario velar por cierta pureza que impida que las ganancias se conviertan en deformaciones. 

 

«El español, por ejemplo, se ha visto sometido a un bombardeo del inglés (…) La cultura dominante del país hegemónico, donde se efectúan la mayor parte de los avances técnicos y los descubrimientos científicos, puede conducirnos a una servidumbre ilimitada». 

 

Lisandro Otero apunta sobre la influencia de las novedosas técnicas informáticas, y ejemplifica con términos como software, hardware, link attachment, hacker, back-up ; los cuales debieran sustituirse siempre por programa informático, equipo informático, vínculo, adjunto, pirata informático y copia de seguridad, respectivamente. 

 

Sobre el mundo del entretenimiento, el teatro y el vestuario comenta las palabras casting, cassette, atrezzo, copyright, compact disk, dancing, lycra, jean, bloomer, blazer y cash.

 

Por su parte, la estudiosa Maria Luisa García se pregunta «por qué decimos mother board y no tarjeta madre, chatear y no conversar. Es nuestra elección”.

 

Hoy están aceptados afiche y póster: ¿por qué, si ambos significan cartel?, pues porque los usamos y pasaron a ser parte de nuestra lengua. ¿Por qué comunicadores y aficionados emplean voces como coach —en vez de entrenador o preparador—, line-up —en lugar de alineación— y amateur —por aficionado—? Hoy el sufijo -ing, que no corresponde al español, se extiende: pensemos en shopping, casting, marketing…  

 

Pero la solución está en asumir una actitud consciente con respecto al idioma. Para Deny Extremera San Martín en su artículo «Español spanglish ciberespanglish engliñol», la clave pudiera estar, tal vez, «en hispanizar cuanto sea posible, haciendo aptos para nuestra habla los extranjerismos que usamos, pero con tacto, tomando en cuenta la pertinencia del vocablo, la extensión y el tiempo de su uso entre los hablantes, la necesidad real de emplearlo y de cambiar su grafía.  

 

«El idioma es condominio de millones de propietarios, y su destino se juega tanto en los libros, la prensa, la radio y la televisión, como, y especialmente, en esos millones de hablantes.» 

 

La lengua que hablamos nos define como nación, y por ello debemos protegerla con la misma pasión con que defendemos nuestra patria. No se trata de rescatar los diálogos quijotescos, mucho menos negar la influencia de otras lenguas. La cuestión es encontrar el punto medio, fortalecer la lengua que hablamos para luego asumir otras; y fortalecer resulta, en este contexto, sinónimos de conocer, respetar, admirar, enorgullecer… 

 

Todo ello en cómplice relación con la cortesía y los buenos modales al comunicarnos, pues digno corcel puede ser Palmiche para un jinete de renombre como el Quijote.  

 

(Fuente: Cubahora)

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